domingo, 13 de octubre de 2013

Principales conceptos de Nietzsche

El hombre actual parecería que se encuentra inmerso en una cultura de muerte: la matanza masiva de personas en México, las guerras étnicas que viven las tribus africanas, el índice elevado de mortalidad infantil en nuestra América y en África, las muertes que se suman cada vez más por efectos del SIDA, el consumo de sustancias nocivas al organismo humano, las pruebas nucleares, la manipulación genética hacia la clonación de los seres humanos y muchas otras realidades nefastas que podríamos seguir enumerando. Nos encontramos en una época donde reina el egoísmo y la lucha por el poder. Es un tiempo de regresión al realismo ilustrado del siglo XVI; pero con la diferencia de que no posee un fin común, cada uno tiende hacia donde mejor le parece. También se resalta el hedonismo, donde prevalece el placer personal sin importar el otro. Reina la espontaneidad, el momento presente, ya no se tiene un proyecto o una visión de futuro. El hombre de hoy vive según su propio arbitrio. Dios ya no aparece como referente moral en la vida personal ni social. Se podría decir que Dios ha muerto.

La idea de la muerte de Dios hace referencia muy clara a Federico Guillermo Nietzsche, cuando lanza su grito desesperado afirmando que Dios ha muerto y que cada uno de nosotros lo hemos matado. Este filósofo arrogante fue tildado de "loco" por sus contemporáneos; pero hoy, en el mundo en que nos encontramos, donde sus ideas son actuales y recurrentes, las afirmaciones que lanzaba nos invitan a una reflexión profunda, interpelante y contrastante, para abrir senderos de esperanza en esta selva de desánimo y muerte.

Uno de los tantos pasos posibles para sacudir al hombre actual del sueño narcisista y cínico, sería el de abrirle los ojos a otra manera de entender la muerte de Dios para que haya vida y esperanza en el hombre. Nosotros, para cumplir con dicho cometido, hemos escogido el pensamiento cristiano por considerar que presenta una visión ecuánime e integral de quién es el hombre.
¿Cómo entender la muerte de Dios en Nietzsche y en el pensamiento cristiano?

La hipótesis que ha orientado el trabajo es la siguiente:
Revisando la biografía y autobiografía de Nietzsche, advertimos que los principales temas de su filosofía (La transvaloración de los valores, el eterno retorno, la voluntad de poder, el superhombre, la muerte de Dios), tienen una conexión singular con la doctrina de sus obras. En Zaratustra, Nietzsche se muestra como el superhombre que da a conocer esta doctrina. Estos principales temas del pensamiento nietzscheano se articulan e integran en el de la muerte de Dios. Contrastando la idea nietzscheana sobre la muerte de Dios con la postura cristiana (Dios que muere en la cruz), se entrevé que la primera conlleva una transvaloración de los valores, un sinsentido de la vida que concluye matando al mismo hombre; mientras que la segunda da sentido y fuerza a la vida del hombre y lo transfigura desde el amor.

1.- Federico Guillermo Nietzsche (1.844 - 1.900)

Se puede conocer a Federico Guillermo Nietzsche, desde tres puntos de vista: Primero: se observa la biografía desde terceros autores, exponiendo su cronología. Segundo: desde su libro: Ecce Homo, donde él se elucida como un espíritu curioso - sui géneris - sólo para almas bellas. Tercero: la autobiografía desde su locura, reminiscencia de su infancia, la educación recibida, la lucha consigo mismo.
Desde estas tres perspectivas hemos estudiado la vida de Nietzsche y hemos podido leer entre líneas que su filosofía es una autovaloración de sí mismo plasmada sobre todo en su obra Así habló Zaratustra. Nietzsche, al tomar la figura semilegendaria del filósofo persa del siglo VI a. J.C., le presta su voz para "advertir que la auténtica rueda que hace moverse a las cosas es la lucha entre el bien y el mal" (Nietzsche, 1971: 125). Zaratustra tiene más valentía que los demás pensadores para decir la verdad. Y como buen persa tiene, según Nietzsche, la virtud de disparar bien las flechas, y no huye de la realidad.

Luis Jiménez comenta, en su libro El pensamiento de Nietzsche, la necesidad de un arte de interpretar (la hermenéutica) para leer su filosofía y poder descifrar el simbolismo de la obra (Jiménez, 1986: 433). Nietzsche afirma: "he filosofado con mi ser total y las ruedas del caos me han arrastrado al torbellino de la locura" (Nietzsche, 1969: 199). Se podría entender que toda su vida, junto a sus actividades, los cambios que hizo, los rechazos que experimentó, lo llevaron a la locura, porque oscilaba entre el deseo de ser dios y la condición de seguir siendo uno más de los hombres. Se arrojó a la llama de la locura para contemplar su apoteosis, queriendo poseer el derecho de sentarse en el lugar vacío que dejó Dios.

La filosofía de Nietzsche tiene una estrecha relación con la vida que llevó. En sus obras podemos descubrir cuatro ejes entrelazados por el tema de la muerte de Dios. Estos ejes o ideas centrales nosotros los sintetizamos en: la transvaloración de los valores, la voluntad de poder, el eterno retorno y el superhombre.

2.- Filosofía Nietzscheana: cuatro directrices entrelazadas por la idea de la muerte de Dios

2.1.- La transvaloración de los valores


Nietzsche, en su intento de despertar de su letargo al hombre, propone comprender el amor fati, amor que aspira a amar la tierra y no las esperanzas sobrenaturales, la necesidad de instintos buenos y malos, ser hábiles en crear nuevos valores y rechazar aquellos valores del amor, de la igualdad, etc. Ser creadores de nuevos valores en el hombre, no es crear valores nuevos, sino aceptar los valores como verdades que proponen en cada momento lo que es útil al hombre.
La transvaloración nietzscheana no se ocupa de la esencialidad de los valores, sino que es una axiología antropológica, dirá Jiménez Moreno (1986: 172), los valores serán descubiertos por el hombre mismo a favor de su vida misma, este valor es crear. Implica el no contentarse con los valores superpuestos, no vividos, sino en apreciarlos, hacerlos suyos por necesidad de la propia vida. Remarcando que transvaloración no es transformación (que una cosa pierde su forma para adquirir otra) Nietzsche reclama una nueva jerarquía de valores y no acepta la tradicional.
Nuestro filósofo, cuando habla sobre transvaloración de los valores coloca en labios de Zaratustra el tema de educarse para abandonar el espíritu paciente y adquirir el espíritu libre. Para esto se deben seguir tres pasos: pasar del estado de camello al de león y culminar en la figura del niño.
El camello es un animal de carga, todo lo soporta, incluso aquello que el hombre no carga. Esta figura "es la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría" (Nietzsche, 1985: 49). Este espíritu ingresa en un momento de cansancio cuando se escucha a sí mismo, realiza una reflexión sobre su destino y se avergüenza de sí mismo. De esta manera camina hacia la conquista de la libertad. Este es el sujeto que vive más tiempo por poseer dentro de sí deseos de cambios (Nietzsche, 1968: 117-118).
El león tiene la característica de conquistar su libertad atrapando a su presa y así ser dueño de su propio destino. El hombre que tenga este espíritu buscará eliminar a su último señor y Dios, al "Tú debes", a la recta moral inculcada. De aquí nace el "Yo quiero". Superar ese peso milenario, una tradición de tradiciones, no será faena fácil porque la tradición es una actitud superior a la que se obedece, no porque manda lo útil, sino porque manda (Nietzsche, 1985: 178). El niño, desde su inocencia, capricho, exige aquella ilusión que siente. Todo hombre debe tener este espíritu para poder crear su propia voluntad.
Zaratustra, a través de estos pasos, anuncia que todo hombre transmundano debe superarse a sí mismo. Anuncia que se debe dar apertura a una nueva voluntad que nace del yo, "un yo que crea, que quiere, que valora y que es la medida y el valor de las cosas" (Nietzsche, 1985: 58), un yo que habla con honestidad y encuentra honores para el cuerpo y la tierra, un yo que enseña un nuevo orgullo, a no esconder la cabeza como el avestruz, sino a estimar, a querer ese camino que se recorrería a ciegas y llamarlo bueno.
Nietzsche, al proclamar el tema de la transvaloración de los valores, enseña a ser espíritu libre, de corazón libre, que ame la tierra, y el cual, a partir de esta voluntad de poder creadora, podrá dar cabida a una reorientación del sentido del hombre.

2.2.- La voluntad de poder

Zaratustra, al mostrar su transvaloración de los valores, enseña a dar apertura a la voluntad de poder creadora, una voluntad que quiere despertar al espíritu, antecediendo a la sepultura de ese amo y señor, que apaga todas las aspiraciones del débil, del esclavo, del sumiso. De esta manera enseña a superarse a sí mismo para acoger al hombre nuevo.

Para Nietzsche la voluntad de poder es identificada como la esencia más íntima del ser. "Es así que los valores son creaciones de la vida, según ella sea ascendente o descendente" (De La Vega, 1980: 518).

La voluntad de poder creadora es la síntesis de la voluntad que ordena, que obedece, es dinámica. Deleuze define a la voluntad de poder como quien quiere (1971: 73), es la fuerza que ayuda al hombre a superar la moral del esclavo, a marchar hacia la vida, hacia la evolución vital.

2.3.- Preámbulo al eterno retorno

Martha de la Vega, al hablar sobre el eterno retorno en Nietzsche, afirma que el eterno retorno nietzscheano es identificado con la vida misma, puesto que la vida es un tema ineludible en él. El sentido de la voluntad de poder creadora da el sentido a la vida y "el eterno retorno pone de manifiesto el juego cósmico de fuerzas, el cambio, la destrucción, el dolor, la lucha, cuya realidad última es el devenir" (De La Vega, 1980: 516). Entonces, cuando Nietzsche habla del eterno retorno se refiere a una selección vital, determinada por una voluntad de poder creadora.
Metafóricamente hablando, el eterno retorno es un aro circular y eterno. Todo es uno y la fatalidad es inevitable, porque el fin se transforma en inicio y éste, a su vez, en fin. Todo es un devenir y un repetirse evolutivo de la vida misma y del cosmos.

2.4.- El superhombre

A Zaratustra le visita un adivino, éste le explica sobre la identidad de todo. Le advierte sobre su último pecado, la compasión. Escucha gritos de auxilio, gritos de hombres desesperados, pues ellos sienten náuseas de la plebe.

Zaratustra, con su canto de felicidad, atrae a los hombres, este canto es el riesgo que encuentra cuando topa con los hombres desesperados, que en primera instancia están insatisfechos por la vida que llevan. Entre estos se encuentran los reyes, el concienzudo del espíritu, el mago, el Papa jubilado, el más feo de los hombres, el mendigo voluntario, la sombra viajera; todos estos tienen una peculiaridad, pues buscan al gran sabio que les enseñe la novedad, algo nuevo. Acogerá a todos los hombres, que posteriormente se darán cuenta de que eran simples payasos, pues no ingresan en su ocaso y vuelven a la rutina que vivían. Buscará deshacerse de ellos, lo que sólo le será posible a partir de la llegada del signo que él espera: el superhombre.

Para Zaratustra el hombre superior es guerrero, bien nacido, que contradice al espíritu de igualdad, de la pesadez que afirmaba que todo hombre es igual ante Dios. Afirma que Dios era obstáculo para el hombre. Si Dios ha muerto, tiene que resurgir el superhombre, el primero y el único capaz de superar y conservar al hombre, el que se convierte en Señor, el que supera las pequeñas virtudes, el que domina el miedo con orgullo ante un abismo, el que ingresa en su ocaso para un nuevo amanecer. Sube con su propio esfuerzo a la cima, sólo así el superhombre estará en lo alto, como un águila.


El hombre superior arregla lo estropeado, tiene una vida dura, es cauteloso ante la honestidad, desconfía ante ella, mantiene secretas sus razones; no se hace adoctrinar con los llamados doctos por ser muy estériles, fríos, secos; miente porque comprende la verdad. La virtud del superhombre está en que no actúa "por" ni "a causa de" ni "por qué", esto sería actuar como gente pequeña, conformista, como la plebe.

Zaratustra adoctrina al superhombre en la virtud, aconseja que camine por las sendas conocidas si quiere ser el primero y no el último. Que no sea necio en ser conformista, ni estancarse en fundar una casa que enseñe el camino a la santidad, pues sería fundar su propio asilo de soledad. No ser estatua rígida, insensible como una columna, el andar revela búsqueda. Debe reírse de sí mismo, porque esto es indicio de madurez, porque se ama a sí mismo. Debe reírse también de todas las cosas buenas y de todo lo que ama su corazón. Zaratustra es el que ríe de verdad, no es condicionado ni impaciente, es loco; pero de felicidad (Nietzsche, 1985: 415).

La filosofía nietzscheana está integrada, entrelazada, por la postura de la muerte de Dios. No orienta a los valores sino da a conocer al superhombre para que sea él quien sustituya a Dios.

3.- La muerte de Dios 

Zaratustra anuncia la muerte de dios, lo que significa que es el hombre ahora el responsable de su propia vida, es como si Zaratustra hubiese dado una caja de regalo a cada persona y dentro estuviera la vida de esa persona. Dese ahora ya no habrá que acudir a instancias divinas para resolver los problemas del mundo, ni tampoco habrá de pensarse en el castigo y el premio divino para cada acción del hombre en el mundo. El cielo es un truco para que la gente le encuentre sentido a lo que hace, sin embargo lo importante no está ahí, en el cielo, sino acá en la tierra con los hombres de carne y hueso que sufren y que laboran día con día tratando de alcanzar la felicidad.


Preguntas:
1.       Escribe un ejemplo donde puedas aplicar sobre ti mismo las transvaloración de los valores explicando cada cambio (En camello- en  León, en niño)
2.       ¿Qué tendrás que hacer para afirmar tu voluntad de poder en tu vida?
3.       ¿Por qué no hay superhombres en el mundo?
4.       ¿Qué significa la frase “Dios ha muerto”?

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