martes, 27 de mayo de 2014

Nota informativa

En este link puedes ver el video:

http://youtu.be/U4Y41jmx8ow

sábado, 17 de mayo de 2014

El selfie como aspiración y deseo del modo de ser del mexicano.


Por: Oscar Pérez Corona.

Una característica de los pueblos sometidos es que son más síntesis que tesis. Y México es un país con una larga historia de sometimiento. Vivimos bajo el signo de la imposición, la ocupación española nos impuso la religión y la lengua, además de otros elementos culturales que fueron medianamente sincretizados con la cultura propia. Después hemos aceptado con abnegada sumisión el sometimiento ideológico del mundo occidental  y de sus modos de vida, de modo tal que la cultura mexicana original tiene apenas un par de consejos para el resto del mundo, algunas ruinas arqueológicas que maravillan a los turistas asiáticos, tres platillos gastronómicos exóticos, y el verbo cantinflear como muestra contundente de la influencia de los mexicanismos en el español del mundo.

Los modos de pensar, de crear y de relacionarse  con la naturaleza y con la vida que tenían los pueblos prehispánicos son ya casi desconocidos para la mayoría de nosotros, de modo que cuando hablamos del modo del ser del mexicano nos vemos obligados a pensar en ese mexicano contemporáneo que ha dejado del lado el folclor y la idiosincrasia indígena y ha adoptado, en su mayoría, los modos de vida occidentales. Es natural que en la era de la globalización, la influencia entre culturas sea denominador común, pero quiero decir que es mucho más lo que el mexicano ha adaptado a su cultura que lo que ha impuesto a las culturas del mundo. Ya lo dije: somos más una síntesis que una tesis.

En su ensayo titulado Unidad e imitación, Antonio Caso (1990) dice del mexicano que “Una de las leyes fundamentales de su actividad social es la imitación. No sólo de la vida social, sino de la vida psicológica. Se imita mucho más de lo que se inventa y, al inventar, es más lo que se imita que lo que se inventa. (p. 58) Y es en la imitación de la vida psicológica donde el mexicano pierde cada vez más su identidad indígena a favor de una identidad más occidental. Que esto sea así no es ni bueno ni malo en sí mismo, quizá lo que se torna un tanto lamentable es que la imitación psicológica se limite al plano de la apariencia y de la proyección; me tiño en castaño claro el cabello y de ese modo me deslindo tibiamente de mi apariencia india y evoluciono mañosamente en  una nueva e inclasificable raza para que me acepten los otros mexicanos que también son indígenas y que también evolucionaron en la raza nueva. Pero no sucede que la imitación psicológica se dé en el plano intelectual: estudio, creo y arriesgo tanto como hizo Steve Jobs e invento la nueva Ipad; pienso, trabajo y programo tanto como Mark Zuckerberg y diseño una nueva red social.

La tendencia natural del mexicano a la imitación de los modelos aspiracionales complica la comprensión de lo que en verdad es, porque si bien es muy clara la diferencia entre lo que verdaderamente se es y lo que se aspira a ser, en el mexicano esa diferencia ha sido tan hábilmente camuflada que no puede sino confundirnos. Hace algunos años no había más remedio que la relación personal para intentar comprender la forma de ser de las personas que nos rodeaban pero ahora es distinto, las formas de comunicarnos han cambiado en el nivel público y también en el interpersonal. Tenemos que aceptar que las redes sociales intervienen decisivamente en la imagen que se genera de cada uno de los miembros de esas redes. Para entender esto tenemos que aceptar que los vínculos relacionales entre miembros de redes sociales se definen en gran medida por eso que sucede solamente en el ámbito virtual y que luego eso tiene consecuencias psicológicas en el plano real. ¿Qué quiero decir? Que es posible que la impresión que tengo de una persona cualquiera (un compañero de clase, el amigo de un amigo, un colega de la empresa, o la hermana de mi cuñado) se haya gestado a partir de lo que proyecta y lo que comparte en una red social y que esa impresión se completa con los comportamientos que puedo observar en mis relaciones con ellos en la vida real, o sea, que para definir la idea que tenemos de las personas que nos rodean, vale tanto la relación del día a día, como la relación virtual en las redes sociales. Y que un individuo puede fingir y alterar su yo auténtico, tanto en una red social como en la vida misma.

Una práctica en boga en las redes sociales lleva a los usuarios a tomarse fotos de ellos mismos, utilizando generalmente cámaras de teléfonos móviles para elaborar un autorretrato y compartirlo. Tal ha sido la notoriedad de dicha práctica conocida en la sociedad red como “selfie”, que el diccionario Oxford la definió en 2013 como la palabra del año.

Sergio Octavio Contreras ha estudiado el fenómeno de las redes sociales durante algunos años y nos ayuda con una clasificación del “selfie” en su ensayo titulado “El yo como espectáculo” La clasificación se presenta de la siguiente manera:

1. Usie o usfie es una palabra derivada de self pero anteponiendo el pronombre en inglés “us” y se refiere a autorretratos que dejan la individualidad de un lado para mostrar a un grupo de personas en variadas poses. Ellen DeGeneres.

2. Belfies es una palabra conjugada con el vocablo inglés “bum” (nalgas) y se utiliza para dar significado a los selfies que exhiben traseros y son distribuidos en las redes.

3. Braggie es un término proveniente de “brag” cuya connotación está relacionada con alardear, se utiliza para dar significado a las fotografías donde sus autores presumen lugares en los cuales se encuentran.

4. Bikini bridge, se trata de imágenes tomadas de la parte inferior del bikini donde se forma un “puente” entre las caderas.

5. Underboob o selfie del escote, consiste en autorretratos donde sus protagonistas ponen como centro de la atención sus pechos.

6. Lelfie es una tendencia de imágenes donde aparecen solo las piernas en distintas posiciones, siempre capturadas de la cintura hacia abajo.

Antropólogos, filósofos y sociólogos lamentan profundamente que las redes sociales y en general las nuevas tecnologías hayan contribuido a que las relaciones sociales se eclipsen. Los niños ya no  salen a echar el trompo o a jugar a las atrapadas, porque están encerrados en sus recámaras, jugando a la “play” o en Facebook, casi ninguno de estos intelectuales ha reparado en que la posibilidad del niño de salir a jugar sigue abierta, sin embargo él ha decidido quedarse en casa pues prefiere la soledad que la consola de videojuegos o la computadora la proporciona, al espacio común de la calle en compañía de otros niños. El lamento del filósofo  debería convertirse en pregunta ¿Qué hay en la interacción dialógica de las redes sociales, que seduce tanto a tantas personas? ¿Por qué una persona sana y sensata prefiere facebook al bote pateado?

La clasificación del selfie que acabo de presentar y “El laberinto de la soledad” la obra más conocida de Octavio Paz, nos pueden arrojar mucha luz para ayudar al filósofo en su búsqueda de respuestas.
Hay en el mexicano, y en el ciudadano del mundo un profundo sentimiento de soledad.
Octavio Paz lo describe así:

La soledad, el sentimiento y conocimiento de que uno está solo, excluido del mundo, no es una característica exclusivamente mexicana. Todos los hombres, en algún momento de sus vidas, se sienten solos. Y lo están. Vivir es separarse de lo que fuimos para acercarnos a lo que seremos en el futuro. La soledad es el hecho más profundo de la condición humana. (p. 79)

La soledad tiene una vertiente negativa y otra positiva, o sea, hay gente que quiere, es más, necesita estar sola y lo procura; y hay otros que no quieren estar solos, pues no lo soportan. Aquí hay un híbrido bizarro de estas 2 vertientes. Mucha gente se relaciona, convive y comparte con total normalidad en la escuela, el trabajo o cualquier variante de la vida social, sin embargo, al volver a casa se siente profundamente frustrado y deprimido ya que sus relaciones sociales no funcionan en el nivel deseado; se sabe solo. Esa soledad la detesta. Sin embargo se vale de la soledad que le provee su departamento o su habitación para lanzar una serie de mensajes imposibles de formular frente a frente. Esa soledad le agrada, pues como menciona también Octavio Paz (1989) "Solamente en la soledad se atreve a ser” (p. 53) No le agrada su físico, piensa que es obesa, pero tiene pechos grandes, abundantes. Es ahí, en la soledad de su recámara, frente al espejo, con un Smartphone, donde puede obtener la imagen que dé la información exacta, sólo la que quiere hacer saber y que limita al espacio corporal de los pechos abundantes, no hay información sobre el cuello ni sobre el abdomen, esa información se da de sobra todos los día en la oficina, ahora se trata solo de los pechos, quien así lo desee puede fantasear con ellos, porque son abundantes, a los hombres les encantan los pechos abundantes, ella tiene algo que le encanta a los hombres y puede persuadir a alguno. La foto es agradable, ella la entiende de esa manera y la publica en facebook sin etiquetar a nadie, con ello queda claro que la foto es para todos y para ninguno en especial, o quizá sí, pero etiquetarlo está fuera de toda proporción. El “underboob” es como el papel al interior de una botella que el náufrago  suelta al mar desde la soledad de la isla justo con la intención de ser rescatado de esa soledad tan desolada. El náufrago digital necesita de la soledad para terminar de una vez y para siempre con la soledad misma. Ésta es la paradoja de la soledad necesaria.

Las redes sociales ya lo dije, solamente han ampliado los límites de la comunicación, han permitido que las personas  que no tienen el valor ni las herramientas necesarias para comunicarse de forma directa lo hagan de forma indirecta, y siempre con la posibilidad de que el proceso comunicativo sea exitoso. La psicología humana es más compleja de lo que advertimos y no podemos pensar que todos los mensajes virtuales caen por su propio peso una vez que la realidad real llega y hace de las suyas. Por eso cada vez son más los niños y los adultos que prefieren la intimidad de una habitación a la felicidad feroz de las calles de la colonia.

Hablando de un caso personal, tengo una sobrina de 11 años que atraviesa un momento muy doloroso al saber que sus padres han decidido separarse. Mi sobrina rechaza cualquier comentario al respecto, no quiere que nadie le explique nada ni le pide explicaciones a nadie. En el mundo real. Porque en Facebook, tiene largas pláticas conmigo sobre este tema, me pregunta tantas cosas como es capaz de pensar. Me cuenta cómo se siente y cómo lleva día con día la separación de sus padres. Pero el filósofo la quiere en la calle jugando sin darse cuenta que es ahí, frente a la computadora, el único lugar y el único medio que acepta para expresar lo que está viviendo. La valentía es una cualidad que no poseemos todos y en este mundo salvaje ser cobarde es un mecanismo de autodefensa válido y hasta inteligente, facebook es la armadura del mexicano frágil y “la fragilidad es la cualidad del ser amenazado siempre por la nada, por la caída en el no ser. (Uranga, 1987, p. 147) Si entendiéramos que las redes sociales son incluso, posibilidad ontológica, seríamos menos duros con ellas. Facebook  hace posible el discurso para los timoratos y les permite crear lazos, sé de más de un caso en que de no existir facebook, tal o cual persona seguiría sumida en la casi nada ontológica. Hay estudios, como el de la Universidad de Humboldt y de la Universidad Técnica de Darmstadt, llamado “El odio en facebook” que afirma que las redes sociales han arrebatado el monopolio de la melancolía a las personas depresivas del mundo real ¿Qué quiero decir? Que las personas que comúnmente se deprimen por su incapacidad de relacionarse en la vida real, encuentran alivio en las posibilidades del mundo virtual, pero también viceversa, o sea, que muchas personas que gozan de gran popularidad y reconocimiento relacional en el mundo real, se frustran al notar que ese reconocimiento no es similar en las redes sociales o que hay otras personas que reciben mayor reconocimiento, y es que los instrumentos de medición cuantitativa de redes como facebook han provocado más de un cuadro clínico de depresión profunda. Tengo más carisma y tengo menos amigos o seguidores que ella, soy más ocurrente y tengo menos comentarios positivos que ella, soy más linda y tengo menos likes que ella. Este estudio toma también en cuenta el tipo de selfie que llamamos braggie, en el que se alardea no sólo sobre los atributos físicos sino además de los sitios visitados, enfatizando siempre aquellos lugares que gozan de un prestigio concreto en el imaginario colectivo de nuestro grupo de amigos o seguidores (playas, antros, restaurantes) Foursquare. La investigación de la universidad de Humbolt afirma que  las fotos de vacaciones son la principal causa de resentimiento y más de la mitad de los incidentes de envidia son provocados por estampas vacacionales en Facebook. Los hombres muestran una mayor tendencia a la autopromoción en Facebook para hacer que la gente sepa sobre sus logros, mientras que las mujeres se centran más en su aspecto y en su vida social. Quizá el caso más representativo de lo que menciono es el de Danny Bowman un joven inglés que intentó suicidarse al no conseguir el selfie perfecto. Danny tuvo un periodo de seis meses en el que pasó más de 10 horas diarias tomando unos 200 selfies con su iPhone, no perdió la vida sin embargo perdió sus estudios y a gran parte de sus amigos.

Conclusión

El selfie es un modo narcisista de la expresión digital y su popularización es totalmente comprensible. Los jóvenes mexicanos han encontrado en este recurso una vía de comunicación segmentada que narra justo lo que se intenta narrar y en las condiciones precisas. El resultado de esta práctica es multidireccional (puede pasar casi cualquier cosa) por ello es una recurso valioso para  aquéllos que no tienen absolutamente nada que perder. La práctica constante del selfie en México confirma lo que sabemos desde hace mucho tiempo, que los jóvenes de este país viven en un estado de depresión profunda, con unas ganas inmensas de ser reconocidos y aceptados y que el nivel de reconocimiento nunca será suficiente.  Citando a Emilio Uranga sabemos que: “el mexicano es una criatura melancólica; enfermedad que pertenece más a la imaginación que al cuerpo. Es un ser infundio, con todos los matices del disimulo, encubrimiento, mentira, fingimiento y doblez que entraña la palabra. (p. 152) Y utiliza el selfie para eso, para construir una mentira que alimenta en el día a día en el trato real con personas reales.

Al ser un apologista de las redes sociales entiendo  a las selfies como una opción valiosa para un sector de jóvenes que no saben o no quieren comunicarse de otra manera y a las redes sociales como un instrumento integral que posibilita esta opción. Los estudios antropológicos que lamentan la dirección que han tomado las prácticas juveniles en su conjunto deberían mirar más de cerca la relación existente entre los usuarios y la información que comparten en cualquier red social, porque quizá no estemos, como muchos afirman, en el ocaso de las relaciones interpersonales sino en el crepúsculo de una nueva forma de expresarnos mucho más efectiva, llena de trampas, filtros, ajustes y retoques; pero es que así han sido las relaciones interpersonales desde siempre y afirmar lo contrario, decir que la comunicación interpersonal no es una gran trampa es quizá la más infame de todas las trampas.