martes, 13 de abril de 2010

LA MÚSICA EN LA JUVENTUD POSMODERNA:


Por Arturo Rodas Victorio.

Resumen.

La música es un elemento artístico que se ha utilizado en las artes visual-dinámicas, para hacer que la experiencia del espectador sea mayor, a grado tal, que en muchas ocasiones la carga auditiva es mayor que la visual. Esta característica de las artes dinámicas ha traspasado las fronteras del arte para ser un fenómeno social. Esto sucede con mayor frecuencia para los jóvenes de la posmodernidad que en la búsqueda de elementos que le ayuden a enfrentar su realidad han encontrado en la música un objeto de culto que, por una parte, les ayuda a escapar de su entorno cuando es necesario y por otro, a reinterpretar su realidad a partir del discurso que dicta la música y con el cual se sienten empatados. Para la juventud posmoderna, la música es un elemento necesario en cualquier circunstancia; es así como se vuelve un elemento social de trascendencia que agudiza y transforma el discurso de cada grupo.

Introducción.

El arte como elemento de circunstancias netamente humanas está constituido por una terminología implícita que tiene que ver con los sentidos quizá por ello la expresión sublime del arte depende de su capacidad para captar los sentimientos y los sentidos de cada ser humano.

Al tener en cuenta que éstos son los medios necesarios para crear una conexión entre artistas-arte y sentimientos-espectador se vuelve insalvable la necesidad del artista de crear ambientes que no sólo sean propios de un sentido único sino que intensifiquen la experiencia para lograr vínculos sentimentales aún más fuertes. Quizá sea por ello que desde los inicios del arte visual-dinámico como el teatro, la danza y con mayor urgencia el cine, se ocupen no sólo de la parte visual sino que conlleven casi por inherencia una carga auditiva de importancia invaluable.

La musicalización en la cinematografía es determinante para hacer que los ambientes cobren vida propia para no explicar con palabras lo que se puede sentir por medio de los sonidos, a partir de los graves y los agudos o con más complejidad en la mezcla del sonido con un tiempo y una melodía. A partir de que los cinematógrafos descubrieron la simbiosis que existía entre lo visual y lo auditivo la música se volvió elemental al extremo de darle una importancia idéntica a la del discurso visual me atrevo a decir, mayor.

De otra manera ¿Por qué llamarle audiovisual a la mezcla de lo visual-dinámico con lo auditivo? ¿Por qué no se le ha llamado visualauditivo? Pienso que necesariamente el orden tiene que ver con el grado de importancia; explicándolo de otra manera, lo auditivo puede sobrevivir sin lo visual como la música en cualquiera de sus variantes, pero lo visual-dinámico depende de un contexto audible que si bien podrían ser sólo palabras en el arte depende de lo musical.

Para la posmodernidad tales características que devienen del arte y que han sido tomadas y moldeadas para los mass media han traspasado las fronteras de lo imaginario para constituirse como miembros y características de una realidad global, sobre todo con la juventud y sus modos de vida, y para demostrarlo habré de construir algunos argumentos que justifiquen mi opinión.

Los hijos de la modernidad.

Los jóvenes habitantes de una aldea global y que comparten características entendibles desde una visión tecnológica y globalizada, son hijos de los sobrevivientes de la modernidad, son seres fragmentados; fueron creados a partir de valores que determinaban el pensamiento moderno, como la esperanza, el progreso y la posibilidad, pero confrontados con una realidad de valores indeterminados, desideologizada y lo que es peor, sin la posibilidad de buscar en sus progenitores un modelo bien fundamentado sobre lo que es bueno y lo que no.”Si la posmodernidad ha traído el resquebrajamiento de las instituciones, ¿no resulta irrisorio que la sociedad misma quiera imponer modelos afuncionales a las nuevas generaciones, aun cuando esta misma sociedad reconoce para sus adentros que los modelos se han vuelto obsoletos?”

Sería difícil explicitar quiénes sí son parte de la juventud posmoderna y quiénes no, es imposible porque aun hoy no se han sentado las bases para definir qué es la posmodernidad y por lo tanto no podemos hablar conceptualmente del término; por otro lado, conceptuar a la juventud en un rango que no sólo sea determinado por la edad es de por sí un tema complejo. Sin embargo, en ambas hay ciertas características que las componen y en las que podremos estar de acuerdo y con base a ellas, delimitar a la sociedad de la que se está hablando.

Dar por sentado que la juventud se determina sólo conforme a la edad es peligroso porque en principio crea generalidad y por luego se dejan fuera factores tanto biológicos como sociales, así que para los fines de estudio que concatenan esta investigación podemos utilizar los elementos y características que define J. Alejandro Hernández Ramírez; para él la categorización de la juventud se basa en los siguientes factores:

• En su desenvolvimiento entre las instituciones como la familia, la escuela, el trabajo, y los amigos, ya sea por afirmación de unas o por negación de otras.
• Por el conjunto de leyes y normas jurídicas que definen su estatus ciudadano para protegerlo y/o castigarlo.

Y sobre todo esta última:

• Por la frecuencia, el consumo y el acceso a cierto tipo de bienes simbólicos y productos culturales específicos .

Veremos que para la juventud posmoderna, éstos no son los únicos factores que la determinan, pero para ello, necesitamos comprender las características que definen a la sociedad posmoderna; así, la podemos entender conforme a ciertas características, comenzando por un factor determinante, tanto para el entendimiento de la misma, como para que ésta se desenvuelva como tal; la tecnología.

La tecnología, desde un punto de vista social, ha determinado la forma de vida dentro de la aldea global; podemos utilizar este término, creado por Huntintong, porque existe una capacidad humana capaz de socializar con todos los miembros de las comunidades antes fragmentadas, la tecnología nos acerca cada vez más a la era de la indeterminación fronteriza, somos parte de un todo, característica que se ve reforzada por la actividad económica neoliberal, la posibilidad de viajar, no sólo intelectualmente gracias a Internet, sino la facilidad con la que las fronteras de la mayoría de los países se abren para dar paso al turismo internacional y tampoco podemos olvidar el fenómeno de la migración ilegal, que recrea y reorganiza a las sociedades y con ello, reforma la cultura.

Es cierto que la tecnología, en toda la expresión de la palabra, aún no es una forma de existencia tan común en países de tercer mundo, como es el caso de México, pero esto depende más de factores político-económicos que a la incapacidad tecnológica de llegar a todas partes y a pesar de estas situaciones la tecnología cada vez avanza más, no sólo evolutivamente sino también geográficamente, por lo que se puede predecir con facilidad que en un futuro no muy lejano será una realidad para todos los habitantes del planeta.

Por otro lado, el uso de la tecnología es independiente de la evolución que ésta tiene día con día, para ello intervienen otros factores que son de carácter cultural, empero, al ser ésta un medio de acercamiento y unión entre los miembros de la aldea global, los usos, las costumbres, la cultura en general se expande y es asimilada; incluso se hace propia por todos los miembros que utilizan el espectro que la tecnología abarca. Es así que a pesar de la incalculable heterogeneidad que pueda existir entre los miembros de la comunidad tecnologizada, cabe la posibilidad de una homogenización cultural.

Para la posmodernidad, la era digital es determinante en cuanto a su propagación, aunque por otro lado, no la explica del todo, de ello dependen procesos histórico-sociales que poco a poco han ido determinando la conducta social.

Las características psicosociales del hombre posmoderno, que ahora ya podemos atribuir a una aldea global, formada por factores como la migración, la sobreexposición mediática, la tecnología, el neoliberalismo; en general la globalización, son de un carácter de verdad complejo. Para su formación intervinieron procesos históricos bélicos, como la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaky, en donde la posibilidad de un exterminio global se volvió latente; procesos sociales como el nacimiento de las contraculturas que brotan como una respuesta de la juventud, al agobiante e irreparable “mundo de los valores adultos”, muestra de la necesidad de romper con los paradigmas imperantes; ideologías revolucionarias, que repercutieron en guerras y guerrillas en todo el planeta; en general, una necesidad urgente de reestructuración del sistema. Asunto que no se dio después de la Segunda Guerra Mundial, ni después de que los hippies se convirtieron en adultos y ocuparon sus puestos detrás de un escritorio, ni después de la caída del muro de Berlín, ni después de que vino un nuevo siglo y no hubo colapso computacional.

La reestructuración no se dio porque el sistema no lo permitió y la gente no supo cómo reaccionar no había algo tangible por qué pelear y poco a poco el mundo fue cayendo en el sopor de los medios masivos, la publicidad y la cultura light. Sólo algunos emprendieron algún tipo de lucha pero sin el apoyo general el poder hizo lo suyo en contra de los pobres incautos y sus aires revolucionarios: cayó sobre ellos con todo su peso. Después de este duro golpe de realidad sobrevino algo que embargó el pensamiento general sin siquiera hacer ruido: El desencanto.

El desencanto no es un proceso consciente que vino a los hombres después de que el daño estaba hecho. Tampoco es una corriente ideológica que de pronto se convirtió en moda o una filosofía de vida que se utilizó luego en signo de protesta contra el sistema. En realidad el desencanto es un poco de todo y mucho de nada.

El desencanto puede ser considerado como una protesta contra todo lo que está mal, sin embargo tal protesta no lleva consigo una propuesta de cambio es sólo una forma de no elegir lo que se dijo ya, pero esa no elección consiste en quedarse callado ante lo que sucede a nuestro alrededor. Por supuesto vino después de los daños que sufrió no sólo el sistema político social que concierne al ser humano sino en general el mundo y todos sus subsistemas. Tal proceso no fue consciente, en todo caso diría que fue una reacción precedida por las acciones antes mencionadas. Y a pesar de que es predominante en las mentes de la aldea global no sería posible llamarle ideología, aun cuando muchos lo liguen con el nihilismo y el pensamiento nietzscheano , para empezar porque pocos se dan cuenta de su desencanto y porque además las ideologías por lo general tienen un contrincante ideológico sobre el cual mostrarse con toda su fuerza; característica que el desencanto no tiene, pues todos vivimos en cierto grado esta reacción que en el mejor de los casos intentamos pasar por alto.

Y a pesar de que el desencanto no es una ideología como tal, hoy los adolescentes la compran como si lo fuera. La hacen parte de sus vidas de manera consciente y hasta lo hacen estandarte de su transición de niños a adultos. ¿No es éste uno de los signos más claros del desencanto? El tomar como ideología algo que no lo es. El desencanto en contraste con el paradigma modernista, rompió con la creencia de que la razón lo puede todo. Es la pérdida de toda esperanza, la incredulidad hacia las instituciones, la desacreditación de la fe como arma contra la desgracia, la desvalorización del alma y de los sueños; es pues una página de hiperrealismo literario que se escribe a diario ante la imposibilidad de tener un plan para un futuro totalmente incierto.

Este signo inevitable de la posmodernidad puede traducirse en la praxis como la apatía hacia todos los elementos externos a cada ser humano, es decir; la imposibilidad de tener sentimientos de cualquier tipo hacia lo que sucede en el mundo, en la dificultad de una empatía real incluso el miedo hacia lo que una verdadera empatía significa. Para la posmodernidad el sufrimiento por lo que pasa el otro no quiere decir que sentimos lo que él está sintiendo, más bien sufrimos porque eso que le sucede nos pude pasar o podría pasarnos en el futuro. Estas situaciones son las que alimentan la psyque de la juventud posmoderna creando así un ser humano con miedo a la realidad y a su enfrentamiento con ella, miedo que poco a poco ha descubierto dos salidas:

La primer salida es hacia dentro, quiero decir que la manera en que los jóvenes se desentienden de los problemas a su alrededor es viendo hacia sí mismos, hacia lo que sucede en su interior, buscando cosas para verse más bellos, no para el otro sino para sí mismos. En otras palabras, en un enamoramiento con el self: los hijos de Narciso .

La segunda, es la necesidad de vivir entre elementos imaginarios y fantásticos que mengüen el tiempo consciente que se debe pasar dentro de la realidad. Es así cómo la juventud altera lo que sucede cuando deja de pasar tiempo consigo y se dedica al mundo. A partir de estos elementos la juventud deja de vivir la realidad: juega con ella. Este enamoramiento del self y el juego con la realidad son características primordiales para entender y explicar a la juventud posmoderna. Además hay un tercer elemento que nos habla de la juventud de la aldea global: la música.

La música y otros factores determinantes.

La juventud posmoderna, relajada e irresponsable en muchos aspectos, no deja de ser humana y como tal se preocupa por situaciones que le afectan psicológica y socialmente; de aquí nacen costumbres y caracteres que le dan un sentido y le brindan cierta dirección. Ejemplos hay muchos entre ellos predominan la cultura por el bienestar físico; con el paso de los años vemos que es cada vez mayor la urgencia de verse y sentirse bien, de tener un físico agradable para el otro y para sí mismo. Recientemente el calentamiento global es un fenómeno de preocupación general; además tenemos el consumo enfermizo como punta de lanza de la vida en las grandes ciudades, las adicciones, el uso de celulares y de otros aparatos tecnológicos portables, entre muchos otros cultos predominantes que en su mayoría van dedicados hacia la belleza y el acumulamiento de bienes materiales .

Por otro lado tenemos a la música contemporánea que nace en la modernidad a veces como precursora de movimientos sociales y a veces como estandarte de tales. Podemos considerarla como uno de los elementos nucleares de las sociedades posmodernas. La música contemporánea no sólo nos ofrece una visión específica de la sociedad, además alimenta y le da cause a las acciones y aptitudes que los jóvenes de la aldea global toman como ejes de dirección de sus vidas.

Entendiéndola desde la posmodernidad, la música ya no sólo es un elemento de expresión que nace a partir de los miedos y los ideales de cada cultura, pues en el momento en que la sociedad se convirtió en global, la música junto con sus expresiones humanas logró convertirse, por sí misma, en todo un universo en el que caben todos los sentimientos humanos y que dependiendo de cada persona, nos habla de un sentir, un miedo o una queja.

Es así como la música contemporánea, deja atrás el estigma de arte, para convertirse en un culto; culto que nace con la necesidad de la sociedad por explicarse y más aún de adherirse a un discurso que los individualice pero que al mismo tiempo permita la socialización, inherente a la humanidad.

Esta paradoja deviene de la necesidad del hombre posmoderno de complejizar el entorno como parte de su naturaleza de supervivencia ante la imposibilidad de tener sentimientos. Esto lo hace a partir de un conflicto perenne consigo y con su sociedad. El conflicto como estado natural de las cosas es desde donde el hombre le da un sentido a su existencia y lo puede expresar de muchas maneras: a partir de enfermedades, de sucesos extraordinarios que rompan con la monotonía o cualquier elemento externo que le ayude a darse un contexto, a sentirse parte de algo y que al mismo tiempo lo haga único.

Con la juventud de la aldea global sucede lo mismo, sin embargo ha descubierto que su andar por el mundo es hedónico, que no le gusta sufrir y que por lo tanto el conflicto que le ayuda a explicarse, a individualizarse, socializarse y más aún a darle una personalidad, debe vivirse a partir de factores que le permitan sentirse bien aún en los momentos de crisis. Y la música, como parte del fluir de los sentimientos externos cumple con los requisitos necesarios para asimilar el entorno en que se desenvuelve.

La música como factor asimilativo ayuda a afrontar las dos salidas de la realidad. Por un lado la música portable tan de moda en la posmodernidad y por otro lado la cantidad de decibeles con los que se suele escuchar ayuda en el proceso de ensimismamiento y con ello al enamoramiento cada vez mayor del self. Es así como la música se hace cómplice de cada individuo y en el grado intrínseco en el que se vive, es el acompañante idóneo aún cuando se desea estar sólo y es urgente la necesidad de callar los sonidos del entorno.

Antes se mencionó que la interacción entre lo visual dinámico y lo auditivo ha traspasado las fronteras de la imaginación para constituirse como parte de una realidad imperante dentro de la aldea global. Partiendo de esta idea intento explicar que la música ha logrado moldearse para ser parte de un todo, a grado tal que la realidad es insoportable sin una carga musical. Esto sucede con mayor alcance entre los jóvenes de la sociedad posmoderna que necesitan y viven la música como parte indispensable de su existencia. Esta vivencia musical intrínseca sucede con mayor frecuencia cuando el individuo se encuentra en lugares en los que no desea estar. Para los jóvenes de México los aparatos musicales portables se han convertido en “El aliciente” cuando se tiene que estar en un ambiente hostil, como el salón de clases o el transporte colectivo. La música aísla los elementos externos y permite que se vivan con más claridad las realidades imaginativas a las que con mayor frecuencia se escapan los individuos.

La música intrínseca también ayuda a consolidar otros procesos que la juventud no lograría sin los refuerzos que ésta ofrece. Por ejemplo a concentrarse y a expresar cargas de emotividad que sólo se manifiestan en momentos de gran excitación. Algunos de estos elementos, que nacen a partir de la música no son exclusivamente posmodernos, sin embargo en la actualidad han sido utilizados con mayor frecuencia debido al uso de la tecnología y a la creciente necesidad de apartarse de cualquier grupo que amenace su último reducto vital.

En otro sentido la música hace que el juego con la realidad sea más eficaz. En su sentido extrínseco la música otorga un rol al individuo, esto de acuerdo al género y al grado en que se esté inmerso le hace ser parte de un extracto de la sociedad con determinados gustos y afinidades. Al jugar con la realidad la juventud intenta reproducir un poco de lo que ve en la televisión y en el cine: hacer escenarios y convertirse en el personaje principal de una historia y en este sentido busca en un tipo de música, algo que le hable de su discurso. La música extrínseca nos hace cambiar, tergiversar la realidad para acoplarla a un relato que nos quede justo con nuestra necesidad de hacer que la realidad esté un poco más allá de la monotonía. Partiendo de esta idea se pude inferir que las personas no sólo escuchan el mismo tipo de música de acuerdo al grupo social al que pertenecen o a las amistades que frecuentan, sino que la música que escuchan se ciñe al discurso del grupo social con el que se identifica y por ello reproducen los mismos patrones. Dicho de otro modo; una persona no escucha música rock porque a sus amigos les gusta y es lo que escuchan los de su edad, sino porque se identifica con su velocidad, su ritmo, melodía, letras, su discurso en sí; y a partir de ello, se junta con personas que tienen afinidad con la música que escucha porque al mismo tiempo se identifican con su persona.

Por supuesto hay que tener en claro que las personas, sobre todo los jóvenes, tienden a la imitación pero con el tiempo y la constitución de la personalidad, cada quien toma el discurso con el que se siente identificado.

Es así como la música forma parte integral de la juventud posmoderna y se vuelve indispensable para los procesos que cada individuo tiene en la interacción con su realidad. En este sentido el principal papel de la música en la posmodernidad es ser un agudizador del placer, es decir, hacer que el momento por el que atraviesa el individuo sea del mayor agrado aún cuando el lugar en el que está físicamente no lo sea del todo, (como explicaba con el ejemplo del salón de clases o el transporte colectivo) Lo hace incluso cuando el sentimiento no es de felicidad, por ejemplo el coraje o la tristeza, porque el placer no se refiere explícitamente al bienestar sino a sentir con mayor fuerza un sentimiento.



Conclusión.

La música juega un papel de supremacía entre la juventud de la aldea global y esto sucede porque la comunidad está ávida de sentir a pesar de que el desencanto no se lo permita. Es por ello que se ha vuelto una especie de religión que se ciñe a los discursos de cada individuo y que es cómplice en los momentos de mayor soledad, sobre todo después de la muerte de la fe, la esperanza y la razón.

Por supuesto las empresas no han pasado por alto esta búsqueda, cada vez mayor, de elementos musicales que ayuden a sobrellevar la realidad. Quizá por ello la gran cantidad de aparatos tecnológicos dedicados al fenómeno musical como los reproductores, juegos de video con temática musical, celulares con música portable, reproductores de música con celular; y a partir de esto la música que se ha transforma para convertirse en un elemento indispensable no sólo en su sentido individual sino social y más aún como elemento de lujo.

Los conciertos se han convertido en eventos sociales trascendentes para la agenda socialité. El portador del mejor reproductor es quien tiene la mejor música, el que sabe más de un tipo de música es el que está más adentrado en el movimiento social al que pertenece. En las conversaciones sociales siempre salta la preferencia musical y a partir de allí hacemos un esbozo de si coincidimos con nuestro interlocutor o no. Podría decirse que la música nos define como miembros de un grupo social. Dime qué música escuchas y te diré quién eres.

El fanatismo musical en cualquiera de sus vertientes, consumista o ideológica es claramente un efecto que la posmodernidad ha dejado a su paso y que a su vez nos ayuda a identificarla y a caracterizarla. Es por ello que se vuelve importante identificarla como elemento que ahora acontece sobre todo a la juventud, pero que muy posiblemente se convierta, en poco tiempo en un elemento que nos explique como humanidad y como sociedad global.

Por otro lado la música como un elemento artístico se ha caracterizado por fluir dentro de los ambientes visuales dinámicos sobre todo para acrecentar las experiencias del espectador. En la posmodernidad parece que esta característica ha traspasado las fronteras del arte para hacerse parte de la realidad pero el sentido en que lo hace también ha evolucionado. Parece que la música para la juventud posmoderna es un elemento que le ayuda a reinterpretar su realidad, es decir, a modificar los entornos para hacerlos propios de acuerdo a su gustos y preferencias.

Al final este efecto social producido por la música puede ser bueno o no, de ello dependerá el rumo que tomen las cosas, de sí la juventud, a partir de los efectos musicales positivos pueda volver a sentir empatía e interés pos su entorno o prefiera ensimismarse para siempre. Que al mismo tiempo puede ser algo bueno o no dependiendo de la perspectiva. Lo importante será aprender a afrontar los retos que la evolución siempre propone al hombre y por otro lado, dejar de estigmatizar al cambio como algo negativo para aprender de él sus efectos y sus repercusiones.



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