jueves, 17 de septiembre de 2009

Las Ciencias de la Comunicación Frente a los Nuevos Paradigmas Científicos




Las Ciencias de la Comunicación han experimentado en los últimos años un estrechamiento dentro de su estudio y práctica en el sentido en que fijan sus observaciones orientándolas hacia los medios masivos de comunicación (media), comunicación organizacional y la muy de moda sociedad de la información que actualmente con su brillo atrae en su mayor parte a los estudiosos de la comunicación. El estudio de la comunicación se ha centrado en diversas vertientes conductuales, estructurales y culturales sin ofrecernos una visión verdaderamente integral, pues a final de cuentas, como toda ciencia, se especializa cada vez más y más de modo que podemos decir que un científico, al estudiar un fenómeno que al paso del tiempo adquiere cada vez mayor complejidad, puede llevar una investigación eliminando muchos elementos del contexto que rodea a su objeto de estudio, sin ponerse nunca en contacto con el ambiente más amplio de su materia. Algunos científicos aseguran que esto es inevitable, porque a medida que crecen los conocimientos, el saberlo todo en profundidad y detalle se hace imposible, de modo que los investigadores se conforman con trabajar en áreas específicas.
Este acercamiento fragmentario a la naturaleza y realidad de toda ciencia no puede nunca solucionar los problemas más profundos que enfrenta nuestro mundo. La mayoría de los conflictos dependen de órdenes tan amplios que en última instancia se extienden a la totalidad de la naturaleza, la sociedad y a cada individuo2. Por ello es necesario dentro del conocimiento de la comunicación ampliar el campo de estudio e investigación, pues debido a ello muchas veces llegamos a resultados equivocados o a enfocarnos simplemente a que las Ciencias de la Comunicación comprenden la publicidad, la Internet, la radio, o la televisión. Es preocupante que no existe una verdadera perspectiva que se encargue de integrar las distintas vertientes comunicacionales donde se tome en cuenta desde el desarrollo comunicacional del individuo hasta los media.
Asimismo la ciencia, al igual que todo lo demás, se encuentra sumergida en un proceso constante de evolución y cambio. Dentro de este proceso los avances que se registran en un área determinada pueden tener importantes implicaciones para el establecimiento de teorías y conceptos en otros campos. De esta manera, el entorno general de la ciencia experimenta constantemente cambios que son a veces tan agudos como sutiles. Como resultado de estas complejas innovaciones tenemos que la infraestructura subyacente de conceptos e ideas puede poco a poco perder vigencia, se hace inapropiada y finalmente irrelevante. Pero, al igual que en todas las disciplinas, los científicos están acostumbrados a utilizar sus habilidades, herramientas y conocimientos de manera subliminal e inconsciente con una marcada tendencia a aferrarse a ellos e intentar seguir trabajando e investigando con viejas técnicas en el marco de un nuevo contexto teniendo como consecuencia la confusión y una más grave segmentación.
Sumemos a ello las otras ramas de las ciencias las cuales presentan avances significativos dentro de su campo, más complejos y a mayor velocidad. Ante este acelerado crecimiento no existe ninguna respuesta que adapte las nuevas nociones que aparecen, por lo que nuestra percepción se convierte en una visión solamente especializada en un tema que no toma en cuenta los desarrollos científicos en otras áreas. Esto va acompañado a menudo de la suposición de que las ideas y conceptos de un campo no tienen realmente importancia en otro, lo cual nos delimita aún más nuestra visión fragmentada y errónea, pues tampoco poseemos las herramientas necesarias, o por lo menos básicas, para aproximarnos a las otras ciencias, desde luego, sin abandonar el enfoque de la disciplina en la que estemos sumergidos.
Ciertamente, no sólo es menester, sino deseable cierto grado de especialización, el problema viene cuando se admite que, en los niveles más profundos, estas materias no guardan relación alguna y que el mundo consiste en partes separadas que siempre pueden establecerse como objeto de estudio disyuntivamente. Todas las nociones científicas se asientan en una base de ideas que se extiende por encima de todas las ciencias sin límite. Prevalecen conexiones de largo alcance entre métodos, enfoques e ideas de las diversas especialidades, enlaces de enorme importancia que no pueden ser tratadas como especialidades separadas y ramas inconexas dentro de un mismo cuerpo y es precisamente ahí, donde se establecen límites y barreras entre las disciplinas y especialidades donde la comunicación se desmorona, el lenguaje científico de cada ciencia dispone a percibir la naturaleza por determinadas vías y se bloquea una libre comunicación entre diversas áreas3. Para ello es imperioso que estos límites se vuelvan estructuras dinámicas y los científicos sean conscientes del contexto más amplio de cada experimento y concepto para que no exista una necesidad de fragmentación.
Es preciso establecer una capacidad de apertura en toda ciencia tomando en cuenta que cada persona sea capaz de mantener diversos puntos de vista, a manera de suposición activa, y a su vez tratar las ideas de los demás con el cuidado y atención que le prestamos a las propias. Para esto no es necesario exigir a cada participante que acepte o rechace determinados puntos de vista, sino que más bien se trate de llevar a cabo un esfuerzo donde se intente comprender lo que significan las ideas del otro. De esta manera, la mente podría sostener distintos enfoques, casi con la misma energía e interés. Se entabla así con un libre diálogo interno que puede dar paso a un diálogo externo mucho más relajado y abierto. Esto requiere el no casarnos con las ideas, no estar atados y sometidos a una única percepción y visión determinada del mundo. El inicio de una apertura comunicacional más libre y creativa en todas las áreas de la ciencia significaría un enorme avance para el enfoque científico trayendo beneficiosas consecuencias para la humanidad.
Ahora bien, dentro de las Ciencias de la Comunicación, la misma especialización antes comentada la ha llevado a dejar muchos aspectos de lado trabajando con tradiciones y antiguos paradigmas que resultaron durante una campaña presidencial norteamericana en los años cuarenta. Nos sorprendemos con rancias renovaciones de teorías sobre opinión pública o sobre la construcción de agendas temáticas por parte de los medios. La juventud se deslumbra ante el boom de los media al escuchar cuentos de ciencia ficción sobre el imperio de las nuevas tecnologías por lo que muchas veces nos lleva a pensar que en comunicación, hace mucho, muchísimo tiempo que hay nada nuevo.
El postmodernismo radical tampoco nos ha llevado muy lejos, pues se ha encargado de desmoronar todo pensamiento y en particular los estudios culturales, sumergido en un puro intelectualismo que disfruta la deconstrucción de todo aquello que se le atraviesa, dejándonos como única visión un relativismo pluralista bajo el cual la única perspectiva aceptable es la de que la verdad está determinada culturalmente (excepto la suya propia, la cual puede ser aplicable a toda cultura), y donde no existen verdades trascendentales ni universales (excepto las suyas, claro está, que van más allá de todo concepto). Por ello es urgente establecer nuevas bases integralistas con base en una escuela constructivista que funcione para interrelacionar los múltiples contextos humanos como la ciencia, el arte, la religión, la filosofía, así como las grandes tradiciones del planeta entero evidenciando así que el mundo no se halla realmente dividido4.
El avance y desarrollo en las demás ciencias no puede dejar de lado a la Comunicación, para ello es necesario establecer nuevos enfoques comunicacionales que se adapten a los nuevos paradigmas científicos y que entren en juego con las demás ramas de la ciencia, descubriendo vínculos ignorados y abrazando todo este vacío que nos han dejado las especializaciones del paradigma newtoniano. El fenómeno comunicacional no ha estado separado a esta concepción mecanicista de la existencia humana. Nos hemos llenando de modelos que en un instante se convirtieron en paradigmas incondicionales de las relaciones mediáticas e interpersonales, es decir, entre receptores y medios masivos y entre individuos en sí. La comunicación entonces ha sido vista como un proceso lineal y voluntario de causa y efecto, en el cual ineludiblemente la causa es preeminente sobre el efecto, porque este último sólo era lo producido por la causa. Otra característica fundamental de la comunicación determinista fue que el fenómeno en sí era reducido a un modelo tan lineal como por ejemplo el de Claude Shannon, en el cual se concibe la comunicación entre dos individuos como transmisión de un mensaje sucesivamente codificado y después descodificado. Esto reanima una tradición filosófica en la que el hombre se concibe como un espíritu enjaulado en un cuerpo que emite pensamientos en forma de palabras; estas salen por un conducto apropiado y son recogidas por embudos ad hoc, que las envían al espíritu del interlocutor, quien las analiza e interpreta su sentido. Dentro de este esquema la comunicación se presenta como un acto verbal entre dos individuos consciente y voluntario.
Si el estudio de la comunicación retoma esta antigua posición filosófica, no podrá escapar jamás de las dificultades lógicas que presenta. Los seres humanos percibimos, nos movemos, emitimos sonidos, nos alimentamos, nos reunimos en grupos, creamos amistades, sociedades, religiones y diversos tipos de vínculos, nos peleamos, nos emparentamos, etc. Podemos de esta forma situar miles de conductas observables en categorías, clases y géneros diversos. Retomar los conjuntos significativos dentro de una cultura para estudiar su comunicación nos encamina al postulado de una presencia de códigos de comportamiento personal e interpersonal que regularían la asimilación de un contexto y por lo mismo su significación. Todos subsistiríamos inevitablemente (aunque de manera inconsciente) en y por los códigos ya que todo comportamiento supone su uso. La utilización de estos códigos, que escapan al modelo voluntario y consciente de comunicación, pasa a formar parte de un nuevo paradigma de comunicación dentro del cual es imposible dejar de comunicarse.
Toda la información que recibimos nos llega por estos diversos canales y se elabora de manera igual de compleja. Ahora bien, esto cumpliría con cierta linealidad que exigen las mentes más ortodoxas, pero si logramos ver el verdadero alcance de nuestra comunicación podríamos elaborar no solamente una línea en donde se transmiten y reciben mensajes, sino toda una elaborada red de vínculos comunicacionales funcionando a manera de una bootstrap5 o un holograma6 en donde nos es imposible no comunicarnos y nuestras relaciones están en un constante movimiento a manera de estructuras dinámicas.
Un desarrollo social estable requiere de diversos modos de comportamiento: palabras, gestos, posiciones de cuerpo, miradas, empleo de espacios físicos, etc., estableciendo la comunicación como un todo integrado. "La comunicación es la matriz en la que encajan todas las actividades humanas"7. En este sentido es necesario concebir la investigación de la comunicación en términos de niveles de complejidad, de contextos múltiples y sistemas circulares, asemejando el funcionamiento de la cibernética8.
El modelo de comunicación orquestal desarrollado por la escuela de Palo Alto9 es una de las propuestas comunicacionales que más se adaptan a los nuevos paradigmas científicos, pues su funcionamiento se asemeja al de una red de vínculos donde cada uno de nosotros forma parte imprescindible de toda relación social. En este modelo la comunicación se concibe como un sistema de canales múltiples en el que el autor social participa en todo momento, lo desee o no: su mirada, su actitud, comportamiento y hasta el mismo silencio. Como miembro de una cultura forma parte de la comunicación, así como el músico forma parte de la orquesta. Pero dentro de esta extensa orquesta no existe un director ni una partitura (código escrito) cada uno toca poniéndose de acuerdo con el otro10. El deber del comunicólogo es elaborar esta partitura escrita que resulta sin duda altamente compleja.
La comunicación así comprendida trabaja como un sistema (un proceso) en el que los interlocutores participan. Decir que el individuo A comunica una multitud de mensajes verbales y no verbales al individuo B es utilizar de nuevo el modelo de Shannon en el que la comunicación se considera como una sucesión de acciones y reacciones:
Un individuo no se comunica, sino que toma parte en una comunicación en la que se convierte en un elemento. Puede moverse, producir ruido..., pero no se comunica. En otros términos no es el autor de la comunicación sino que participa en ella. La comunicación en tanto que sistema no debe pues concebirse según el modelo elemental de la acción y la reacción, por muy complejo que sea su enunciado. En tanto que sistema hay que comprenderla a nivel de intercambio11.
Siendo así, el análisis no se centra en el contenido del intercambio, sino en el sistema que ha hecho viable el intercambio. Este sistema es la comunicación que recibe preferencia sobre el sujeto que se inserta en ella. Todo comportamiento individual se convierte desde este punto de vista, en comportamiento social (cultural) esto quiere decir que la cultura no puede concebirse solamente como una entidad que va más allá del individuo. Lo social, tiene que pasar forzosamente por lo individual.
Es cierto que el lenguaje juega un papel de suma importancia dentro de la comunicación interpersonal, pero hay que reconocer que los trabajos en los otros modos o niveles de comunicación están todavía muy poco desarrollados, tales como los movimientos o el uso de un lenguaje simbólico. Es precisamente esta comunicación de la que no nos damos cuenta y tampoco le ponemos atención la que también determina nuestra personalidad, comportamiento y creencias12 , pues puede transmitirse social, cultural y particularmente a través de nuestros padres. Normalmente cuando nos referimos a un sistema de códigos, pensamos inmediatamente en un sistema lingüístico en el que cada signo corresponde a algo material, pero a la vez existen ciertos términos irrepresentables objetivamente (como el uso de la palabra eternidad o alma), para ello existe otro tipo de orden con el cual trabaja nuestro inconsciente a través de una gramática simbólica de gran complejidad. Todos nuestros actos tienen una dimensión simbólica en la que la mayor parte de lo que expresamos siempre va incluida una parte más de la que queremos explicar con un carácter simbólico la cual no puede ser captada intelectualmente. Muchas veces para adquirir las proporciones sobre las que trabaja este lenguaje es necesario el acercamiento a los mitos que rodean nuestra sociedad, pero para hablar de ello requiere extendernos un poco más.
Tal parece que el las diversas vertientes de la comunicación no se quedan solamente en un estudio de publicidad, mercadotecnia o sobre medios. Luis Racionero nos hace un señalamiento al respecto al proponer al ser humano como una entidad dotada de numerosos canales de percepción y nos deja en claro el limitado uso de estos: "El cuerpo y la mente humanas forman un todo dotado de diversos canales de comunicación con el mundo; cada uno de esos canales es una forma de conocimiento. No es sensato renunciar a ninguno de ellos porque, al hacerlo, se amputan y disminuyen las capacidades de conocimiento humano. Lo más eficaz es usar todos los canales de conocimiento alternativamente, juzgando, en cada caso, qué canal será más útil a las vivencias que se persiguen"13. Es obligación de todo científico ir más allá de sus horizontes, ampliar su percepción e información en los diversos campos de estudio, tanto de las ciencias duras como de las humanas. Es labor de los comunicólogos renovar conceptos, formas, elaborar nuevas teorías y enlazar todo aquello que pueda ofrecer una nueva perspectiva, un cambio que se acomode a los nuevos paradigmas científicos y generé en un futuro una ciencia donde quepamos todos.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Crítica a la crítica televisiva




Marco Levario Turcott

Encajonados.

Quién sabe cuánto tiempo transcurrió para que los habitantes de la Tierra conocieran y usaran los anteojos de aumento, ingeniados por Rogelio Bacon en 1267. No lo vimos y por eso de veras no podemos definirlo ni aunque peleáramos con molinos de viento, que ya eran desde hacía poco más de dos siglos y medio, aunque debamos reconocer que a esa improbable epopeya no habríamos podido acudir como metáfora pues un caballero andante la proyectaría hasta 338 años después.
Ya existía el velocípedo desde 1420, sin embargo ignoramos cuándo y qué tan rápido se extendió la imprenta, concebida tres décadas después. Pero el terreno ignoto de las fechas que signen lo antedicho, o su falta de precisión, no se debe en modo alguno a cierta falla del reloj mecánico que desde el invento de Johann Gutenberg ya llevaba marcando el tiempo un millón 489 mil 200 horas aproximadamente. En suma, el desconocimiento nuestro se debe a que aludimos a procesos complicados donde el desarrollo histórico abre la posibilidad para que se proyecten las cosas, surjan y se expandan hasta configurar poco a poco el cuadro de uso generalizado y así también modificar la vida misma en los órdenes público y privado.
El caso es que todo eso que decimos pasó, delo por hecho. Aunque no haya fotografías sabemos que hubo una vez, hace mucho tiempo, en 1500, que se inventó el primer aparato desde el que sería proyectado el avión; lo de menos es si Leonardo Da Vinci haya sido telegénico. Y aunque no tengamos la grabación de sonido o el impreso de alguna entrevista exclusiva otorgada por Galileo Galilei, tenemos en cuenta la utilidad del péndulo o del telescopio, surgidos de la imaginación y la creatividad del gran astrónomo italiano. No obstante la ausencia de registros de imágenes en movimiento puestas en el celuloide, conocemos que la máquina de escribir surgió en 1714 y pasa lo mismo con la cámara fotográfica, el radio o el cine: un día y a una hora determinada fueron inventados. Aunque no nos lo informaran por teléfono o no lo hayamos oído y visto en televisión, con imágenes a color, en vivo y en directo. En todo caso, quizá, los inventos fueron menos emotivos al estar desprovistos de fama y espectacularidad y no hayan sido respaldados por los anuncios de los patrocinadores.
De otros inventos
Todo este invento viene a cuento para hacer los siguientes apuntes:
1. Con denodada persistencia, parte de la ideología crítica de la televisión la llamada Escuela de Frankfurt es una de sus principales exponentes aduce que lo que no está en la pantalla es como si no existiera y reclama un panorama de comunicación parcial y a menudo distorsionado. En consecuencia acusa tanto a ese aparato como a los diseñadores de contenido de ser los culpables del vacío de la información que campea en el mundo.
Sin embargo, la proclama no contempla o desdeña el hecho de que el mismo recuento y visión parcial de los sucesos se halla en los demás medios de comunicación y que eso se debe tanto a sus características técnicas propias como a la intención editorial que subyace en el ejercicio de la libertad de expresión. Las distorsiones o las omisiones informativas suceden en el periodismo desde su origen, y no a partir de la televisión aunque por sus efectos éstas tengan más envergadura. Eso tiene varias explicaciones situadas en el (casi) incontenible afán comercial de las empresas mediáticas, pasan por las insuficiencias éticas y profesionales de los propietarios de los medios y de los diseñadores de la comunicación y circundan el protagonismo político de los mismos medios que también delimitan el relieve de los temas según sus propios intereses.
Además, la fobia a la televisión deja de considerar las limitaciones técnicas del aparato. Es imposible que ésta abarque todo lo que ocurre y además, sin sesgos. No puede corresponder a todas las expectativas de comunicación y lo mismo pasa con las otras máquinas que integran la medioesfera sin que por eso se les denuncie, más bien esa medioesfera es la que conforma el mosaico heterogéneo de las noticias. A diferencia de los grandes inventos antedichos al principio de este apartado, el invento desde el que se carga de respon-sabilidad a la televisión ha sido muy extendido pero no corresponde con la realidad televisiva y, por ende, su mayor utilidad ha sido la denuncia.
2. Esa crítica a la televisión también se queja, así lo hace por ejemplo Pierre Bordieu, de que uno de los principales problemas que plantea la televisión es el de las relaciones entre el pensamiento y la velocidad. ¿Se puede pensar atenazado por la velocidad? 1. Entre otros planteamientos y cuestionamientos esos fueron los que hizo Bordieu en dos conferencias que, por cierto, ofreció para la televisión de Francia en 1996 y que luego revisó para hacer un libro.
El enfoque carece de encuadre pero no nada más porque las conferencias del mismo intelectual francés muestran que la televisión comprende un esfuerzo de síntesis y de elocuencia que muchos intelectuales se muestran rejegos a llevar a cabo. También resulta errático exigir a la televisión una función que no tiene. Es como si se criticara al libro porque carece de imágenes o a la radio porque en el aparato no se puede leer o mirar los acontecimientos.
Debe aceptarse sin embargo que, en efecto, nunca nadie podría pensar atenazado por la velocidad, incluso ni siquiera Pierre Bordieu, pero guste o no la dinámica televisiva comprende formatos donde las imágenes y la velocidad forman parte de su definición tanto técnica como de uso, al que no se le han encontrado abundantes alternativas. Por cierto, desde principios de la década de los 90 del siglo XX los medios emulan las características de la televisión mediante estructuras ágiles y textos breves, en la prensa particularmente, las llamadas ventanas reproducen la pantalla televisiva, y ni hablar de la cortedad de los artículos de opinión o los ensayos; la tendencia se expresa y alienta en la televisión. Eso no quiere decir, sin embargo, que no sea deseable la oferta de contexto en los partes noticiosos junto con el juicio detallado que explique sus razones y sus alcances, incluso hay programas dedicados a eso. Registran niveles mínimos de televidentes, por cierto, y eso verifica que la relación entre audiencias y oferta es mucho más compleja de lo que parece a simple vista y sin pensar pausadamente frente a una frase de lectura rápida como la escrita por Bordieu.
En definitiva, la televisión no es un instrumento que sirva para recrear el pensamiento, esa actividad pertenece a otros ámbitos, al libro o a la escuela, por ejemplo; incluso como advierte Domenique Wolton conviene recordar que, en la esfera de la información televisiva, no existe relación entre información y conocimiento 2. Otro asunto es que, en efecto, la audiencia demande apegada a sus derechos y en un ámbito de libre competencia, que el Estado garantice contenidos distintos acordes con la función social que se les asigna a los medios de comunicación.
3. He aquí otro asiduo reproche: la televisión no sólo no refleja toda la realidad sino que incluso suele incurrir en montajes que hacen de la realidad un espejismo cuando no francamente un invento y como en la cultura de masas contemporánea ver es creer, lo que se ve existe aunque no sea cierto. Y al revés también, aunque no haya imágenes puede haber un gran acontecimiento que, dada la supremacía de la televisión, no sean conocidas. Tales son dos de los nudos más destacados expuestos por Ignacio Ramonet en su celebrado libro La tiranía de la comunicación.

Vayamos por partes

La televisión, y esto pasa también con los demás medios, no puede situarse al margen de la verdad, incluso aunque lo pretenda porque el razonamiento de la audiencia haría pedazos su credibilidad y en consecuencia sus expectativas financieras. La televisión no refleja toda la realidad ni puede hacerlo aunque se lo proponga o se lo exijan, sus condiciones como máquina lo hacen imposible además de que funciona a partir de la inteligencia y las capacidades de suyo limitadas del hombre como para acometer una empresa de tal magnitud.
Además, el invento informativo no es prerrogativa de la televisión, como tampoco son los éxitos periodísticos. Sin duda, las trasgresiones éticas y profesionales en la esfera mediática y particularmente en el orden informativo, datan del inicio de la actividad del periodismo de finales del siglo XVIII y principios del siguiente hasta la fecha.
Tanto en la prensa, la radio y la televisión además de en Internet hay estafas noticiosas de toda laya y es imposible siquiera un recuento al respecto en estas líneas. Sólo recordamos que Ramonet menciona el falso osario de Timisoara, al que considera el engaño más importante desde que se inventó la televisión; los cadáveres alineados bajo los sudarios no eran víctimas de las masacres del 17 de diciembre (de 1989), sino cuerpos desenterrados del cementerio de los pobres y ofrecidos de forma complaciente a la necrofilia de la televisión 3.
La conmoción que esto causó es tan consabida como el estupor que se generó al ser develado el montaje. Sin embargo, la situación se refiere a la falta de escrúpulos tanto de quienes ofrecieron la tarima como de quienes sin verificar aceptaron montar el teatro, es decir, se dirige a los precarios insumos éticos y profesionales de quienes decidieron difundir las imágenes. No puede haber reproche a la televisión por eso, sino a los usos perversos que llega a haber en ella, como no puede criticarse a la prensa por sus embustes ahí están los inventos de Jayson Blair que, de 2002 a 2003 durante seis meses, desde The New Yok Times, engañó a los lectores con reportajes en lugares en los que nunca estuvo y que reseñan intercambios con personas con las que nunca platicó.
Ubiquémonos en la segunda sentencia de Ramonet: los grandes acontecimientos no producen necesariamente imágenes y por eso, también dada la supremacía de la televisión pueden haber hechos relevantes que no sean conocidos4. Eso es cierto desde el origen del hombre hasta nuestros días. No hay imágenes del proceso mediante el cual el homínido dio el gran salto, tampoco se encuentran dentro del archivo si quiera algunas que den cuenta de buena parte de los inventos del hombre... y después de la televisión ocurre lo mismo; ese instrumento, como hemos dicho, no lo abarca todo. Tampoco hay ni puede haber imágenes de las crisis económicas, políticas o culturales, en todo caso hay representaciones conceptuales o imágenes de sus consecuencias, es decir, de las formas mediante las cuales éstas se expresan. Pero en todas estas aristas si algo se demuestra es precisamente la dinámica de la mediosfera en donde los vacíos de cada medio de comunicación pueden ser cubiertos por otros. Eso implica, además, evitar la supremacía de la televisión en el orden informativo, como ha sucedido en innumerables episodios. Adicionalmente como generadores de contrapeso al derecho a la información las audiencias son determinantes, igual que las críticas que, como las de Ignacio Ramonet, cifren la atención en los excesos de los medios de comunicación.
Respecto a la televisión acordamos, claro está, con que el impacto de la imagen es más vigoroso y abarcador, y por ello más persuasivo que los demás medios, pero ésa es al mismo tiempo que debilidad, una de las fortalezas de la televisión. En ese terreno, otra tendencia universal marca dos pautas: primero, la autorregulación, que alude a mecanismos desde los cuales se definen los contenidos con parámetros éticos para no lesionar la credibilidad de la audiencia y, por ende, las ganancias económicas y, segundo, la regulación del Estado porque ahora, esa tendencia con la que coincidimos, no plantea que los contenidos estén sujetos sólo a la dinámica del mercado.

4. La misma escuela crítica arguye que, dadas las características de la televisión que dramatiza o en general transforma en espectáculo casi cualquier cosa, el aparato se convierte en la principal fuente de amarillismo y escándalo en nuestros días. Dice que esto es así, además, porque todo, hasta la información, se ofrece como mercancía.

Cierto, pero aquello también es resultado de una vertiente universal que comenzó en 1830 cuando aparece una gran variedad de periódicos baratos que fueron pensados para un público más vasto con el objeto de captar mayores ingresos por venta de ejemplares y publicidad. ¿Por qué no habría de suceder lo mismo en la televisión?
John B. Thompson detalla que los diarios consagraban un espacio muy amplio a los relatos sobre crímenes, violencia sexual, juego y deportes. Sobre el escándalo, aunque lo mismo opera para el sensacionalismo en general, el autor recuerda que su auge como fenómeno de significación coincide con la aparición de la imprenta y los medios electrónicos de comunicación.
Thompson señala además: En la era de la televisión, la publicidad mediática se define cada vez más por la visibilidad entendida en su estricto de visión (es decir, de la capacidad para ser visto con los ojos) 5 y por la posibilidad de que esa visibilidad abarque grandes distancias e incluso sea transmitida en directo. Sólo vale añadir que esa observación está ceñida a un proceso más complejo aún, en donde la visibilidad comienza a ser imperativo en la gestión pública y en todos los órdenes de la vida social. En la esfera global eso expresa la dilución entre lo público y lo privado.
Sobre los contenidos orientados con afanes mercantiles. ¿De qué otra manera podría ser si no? La historia de todos los medios de comunicación en el mundo no se explica sin la vertiente económica y comercial, más aún como antes hemos dicho, incluso sus características fueron trazados por su valor de uso. Además de que, en efecto, la atribución reguladora del Estado sobre los medios sea uno de los principales desafíos de la democracia dada la función social de aquellos y que por eso se diferencian de cualquier otra industria, la comercialización de la oferta mediática para la que se busca incrementar audiencias, lectores o radioescuchas y contratar más publicidad comercial y oficial , es condición esencial para su desenvolvimiento como empresa y para su autonomía e independencia frente a los gobiernos.
Es improbable que, en cambio, se sugiera una vuelta a la noria rumbo al enfoque europeo imperante de los años 50 hasta principios de los 80 del siglo pasado, me refiero al carácter público de los medios sobre la propiedad privada de éstos. Eso es improbable por la crisis de identidad que tuvieron los medios luego del dislocarse el modelo público de propiedad en Occidente a mediados de los 80 del siglo pasado y luego de que los fines en la actualidad se enfocan a afianzar el modelo de propiedad privada; por ejemplo, entre 1983 y 1988, en Francia prácticamente se dislocaron los medios públicos televisivos al pasar de tres cadenas televisivas a siete siendo cuatro de ellas privadas, y similares procesos hubo en los demás países.
Es imposible entender a las sociedades modernas sin medios de comunicación privados, entre otras razones porque la tutela omnímoda del Estado significaría una sola oferta mediática y porque es contraria al ejercicio de las libertades, en este caso, las de empresa, comunicación, información y opinión así como de elección individual frente a la programación que se ofrece. Eso no quiere decir, evitemos malentendidos, que los medios públicos sean obsoletos, más aún, pese a sus limitaciones podrían ser un contrapeso de la oferta de índole privada, como lo han sido en España, por ejemplo. Esto, siempre y cuando, además, no signifique, como llegó a ser en Europa, que se reproduzcan los mismos patrones de los medios privados, en donde el imperativo del rating conduce a excesos como los que se han expuesto. Se trata de establecer una vía alterna a la oferta predominante.

Por otro lado, habría que revisar la situación específica de cada país en el orden del esquema de propiedad y dentro del imperativo de su diversificación, pero es indudable que el caso del emporio televisivo más importante de habla hispana es paradigmático, nos referimos claro está a Televisa que opera en México. El impresionante desarrollo de esa empresa se gestó desde los primeros años de la década de los 50 hasta principios de los noventa del siglo pasado y se debió principalmente a su aquiescencia con los gobiernos surgidos del sistema de presidencialismo omnímodo y la tutela de un solo partido. Una acuciosa investigación de Raúl Trejo Delarbre demuestra que A cambio de una actitud displicente (y casi exenta de cualquier sesgo crítico) hacia la información que proviene del gobierno, Televisa ha recibido un trato preferencial para la trasmisión de sus señales y, en general, cualquier apoyo para su desenvolvimiento empresarial.6
Luego de ese periodo de poco más de 40 años, y como también documenta en otros trabajos el experto más reconocido del país, Televisa consolidó un poder tal que ahora configura uno de los problemas más importantes de la democracia mexicana. Pero eso no se debe a la televisión en sí misma, reiteramos, sino a la forma en como actúan los dueños del monopolio: entre los recovecos de la política para promover sus intereses financieros a través de planes empresariales convertidos en ley, en los resquicios de la norma para trasgredirla según sus intereses, como por ejemplo en la publicidad política embozada que prohíbe la ley;
en su recurrente falta al esquema normativo que le obliga a una función social específica, etcétera. Esto lo hace con la permisividad de no pocos actores políticos que cifran sus expectativas en la visibilidad que puedan tener en la pantalla y en las campañas de promoción que pueden ejercer a través de ésta. En suma, en México se encuentra uno de los ejemplos más destacados del protagonismo político de una empresa mediática y de su preeminencia en el mercado que subyuga la posibilidad de que existan otras ofertas. Nada menos durante el sexenio del gobierno del presidente Vicente Fox, entre 2000 y 2006, Televisa obtuvo el 15.56% del gasto de publicidad oficial y eso significó un ingreso de mil 803 millones 219 mil 725.48 pesos.

5. Citemos otra crítica asidua, está entre las más famosas aunque la creemos también equivocada. Dice Giovanni Sartori: la televisión invierte la evolución de lo sensible en intelegible y lo convierte en ictu oculi, en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender .

Visto con seriedad no es claro porqué la televisión invierte la evolución de lo sensible en intelegible. Pero, sobre todo, hay que tener presente que mirar la televisión no es un simple acto de ver. Si así fuera, en cierto sentido, nada debiera de preocuparnos dado que ver significaría contemplar y entonces no sería atrofiada la capacidad humana de razonar en la que, por cierto, también participan los sentidos. Pero hasta el simple y llano acto de contemplar suscita sensaciones e inexorablemente también reflexiones, incluso aunque no lo pretenda la televisión se trata de una reacción inherente a la naturaleza humana.
Como ya se argumentó, la televisión no es un instrumento que sirva esencialmente para motivar al pensamiento pero en modo alguno para atrofiarlo; habitualmente carece de conceptos pero no los anula en el individuo, el único responsable de elaborarlos. Con razón Gustavo Bueno precisa que el espectador no puede ser considerado inocente como si de un mero espejo o receptor pasivo de verdades y de apariencias se tratase. Si el televidente o la audiencia resulta movido por estímulos o montajes televisivos ad hoc, él es en todo caso, quien se mueve: ante todo es él quien conecta su televisor como sujeto operatorio, quien cambia de cadena o apaga el aparato y quien interpreta . Pero además, el experto en filosofía detalla en que una conducta e-motiva (emocional) no es un género de conducta que pueda contraponerse a la conducta racional , ninguna conducta puede dejar de ser emocional o motivada ; de lo que se trata es de discernir diferentes tipos de emociones o motivaciones (...) Pero tan racional puede ser una conducta motivada por un estímulo artístico o deportivo; tan racional puede ser la conducta de un espectador colérico de televisión, como la de un flemático. Dicho de otro modo: quien se considera movido (motivado, emocionado) por una campaña electoral televisada, es porque él mismo participa con causa de la energía de ese impulso motor; es decir, porque es cómplice de ese impulso y porque él mismo es partícipe de la campaña en la medida en que precisamente en él está siendo manipulado.8
Parafraseando a Gilles Lipovetsky que se refiere a la moda, la televisión ha provocado a esa escuela el reflejo crítico antes que el estudio objetivo, se le evoca para fustigarla, marcar distancia y deplorar la estupidez de los hombres. Si estuviéramos en el nivel de proclamas de Sartori podríamos reaccionar con otro acto de fe y escribir parrafadas enteras sobre la confianza que vale la pena tener en el hombre. No es el caso. Es mejor ceñirnos a la siguiente arista:
El alegato de Sartori adolece de la falta de tradición intelectual europea en el análisis de la televisión, donde el imperio de la ideología empañó la capacidad de entenderla. Esa fragilidad se exhibe, por ejemplo, en el escaso análisis que hay sobre las audiencias. Aunque paradójicamente se hable mucho de éstas, incluso erigiéndose como su portavoz, habitualmente se les reduce a conformar una mera masa de maniobra desde la que actúa el ente televisivo, como si la medioesfera sólo se integrara por éste y como si ese mismo ente moldeara todas las percepciones y las creencias y además ordenara todas las actitudes y los actos de esa masa.
Pese a todo, con una facilidad y un éxito asombroso, como sucede con muchas de las frivolidades que proyecta la televisión, se habla de una masa de maniobra que, al seguir el molde que mantiene Sartori para revisar los efectos del multimedia, conformará un público de eternos niños soñadores que trascurren toda la vida en mundos imaginarios . No obstante, el comportamiento de las audiencias es mucho más complicado y no muestra indicios de seguir la ruta que el mismo autor italiano asume como profecía, es más, no muestra indicios de seguir una ruta. (A diferencia de Europa, en Estados Unidos sí hay una trayectoria de estudios de las audiencias que se han hecho lo mismo para los fines comerciales de los propietarios y los diseñadores de contenido, que han sido emprendidos por diversos circuitos académicos e intelectuales).

Intentemos diluir la artillería pesada circunscrita a la inevitable alineación televisiva en la base de entender, primero, que no puede hablarse de un público sino de públicos en virtud de que la televisión se dirige a una audiencia heterogénea, anónima y difusa. Más allá de los instrumentos que sirven para medir las preferencias de esos públicos, la definición de los contenidos televisivos tiene resultados aleatorios y contrastantes en cuanto a las respuestas; no se sabe a ciencia cierta por qué se mira más un programa que otro; en distinto nivel se hallan las emisiones que por su propia naturaleza alcanzan altísimos índices de rating, como sucede con los eventos deportivos o musicales o con algún hecho insospechado.
Mirar la televisión es un colectivo que se ejerce en privado y eso hace aún más difícil de medir la reacción de los públicos. Para responder a esa segmentación, los hacedores de la pantalla delimitan programas especializados pero eso no diluye el reto porque, de cualquier modo, las expectativas se dirigen al gran público, o sea, al principal socio de la televisión. En esa órbita de intereses la oferta se delimita según la demanda, pero esa relación es dicotómica, pues la demanda no obedece a impulsos unidireccionales o previsibles y, en más de un sentido, llega a expresar rechazo. Como señala Domenique Wolton:
Las encuestas, las reuniones o los informes de quejas hechos por las asociaciones de espectadores muestran que el público no se deja engañar respecto de la ausencia actual de innovación, de la obsesión por el rating, de la desaparición de los programas documentales, de la excesiva espectacularización de la información, de la insuficiencia de programas científicos y culturales, de la omnipresencia de los juegos...

Sin duda, la audiencia es uno de los principales contrapesos del contenido televisivo. Lo es porque sus preferencias y sus niveles culturales delimitan la oferta y constituyen el campo para la promoción de los negocios de la empresa mediática tanto en el orden de los ingresos publicitarios como en la promoción de sus intereses financieros en el marco de las democracias contemporáneas. A pesar de ello, y a diferencia de Wolton, el autor de este libro considera que la programación no ha de estar ceñida exclusivamente a la dinámica del mercado sino, como se ha dicho, también a un cuadro normativo que fije limitaciones sobre la base del criterio de la función social a la que están obligados los medios de comunicación.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Nuevos perfiles profesionales


Bárbara Celis

Para un nuevo periodismo que ya está aquí.


Incluso en los tiempos más duros, las inversiones sabias y no los recortes son la respuesta a largo plazo de los problemas de la industria. La presente situación lleva irremediablemente a que los periódicos se conviertan en la fuente central de servicios para su comunidad en todos sus formatos, lo cual exige crear nuevas figuras profesionales; entre ellas, el mojo (mobile journalist o periodista móvil), el data delivery editor y el coordinador de redes sociales.
Hace casi una década que los diarios pierden lectores ininterrumpidamente a costa de sus versiones online. No hace falta preguntarle a ningún gurú, las cifras hablan solas: según la Newspaper Association of America, el consumo de diarios impresos en Estados Unidos bajó en la primera mitad de 2008 15% respecto a 2007, una cifra que se viene repitiendo desde hace ya años. Y la publicidad, que ha emigrado del papel hacia la Web, parece tener sus días contados: sólo en el tercer trimestre de 2007, las páginas web de los periódicos estadounidenses consiguieron 773 millones de dólares, un aumento de 21% respecto al mismo período del año anterior. Sin embargo, sus pérdidas por publicidad en el papel superaron los mil millones de dólares.
Y no se trata de un fenómeno estático y aislado. Los cambios en la red están provocando un tsunami de tal calibre que ni siquiera los anunciantes son capaces de adaptarse con la rapidez necesaria. En diciembre de 2007 los estadounidenses pincharon en diez mil millones de videos online pero sólo 554 de los 21 mil millones de dólares que se invirtieron en publicidad en la red eran videoanuncios. A estas alturas, muchos anunciantes ya habrán visto estas cifras y estarán redirigiendo sus inversiones para no perder el tren.
La rapidez para adaptarse a los cambios es una de las claves para hacer frente a esta revolución de las comunicaciones, algo de lo que adolecen la mayoría de las empresas y gran parte de las universidades donde se enseña periodismo. Además, la mayoría de los periodistas en activo tienden a mirar hacia el pasado con nostalgia. Son pocos los que parecen demostrar la apertura mental que exige un presente turbulento en el que aún se están definiendo y construyendo las bases para el futuro del periodismo.
Las empresas periodísticas, que en su mayoría tienen que responder ante sus consejos de administración al tratarse de compañías que cotizan en bolsa, han huido de la palabra inversión y han optado por recortar gastos. Aterrados por la competencia que impone el nacimiento masivo de blogs y pequeñas empresas que saben moverse en la red mejor que los grandes colosos informativos de antaño, los grandes medios de comunicación han optado por hacerle frente a los cambios realizando despidos masivos: seis mil 300 profesionales de 100 diarios estadounidenses fueron a engrosar las filas del paro en el último año. Sin embargo, como afirmaba el ex director de Los Angeles Times, James O Shea, nadie puede asegurar que ésa sea la estrategia adecuada: Incluso en los tiempos más duros las inversiones sabias y no los recortes son la respuesta a largo plazo de los problemas de la industria. Un dólar de inversiones inteligentes vale más que un barril de recortes presupuestarios , declaró tras su despido.
Y si se mira hacia los medios que mejor se están enfrentando a la revolución mediática provocada por Internet, lo que se descubre es que han sido precisamente sus inversiones arriesgadas las que les han convertido en capitanes de la revolución.
El nacimiento de nuevos perfiles profesionales como el del mojo y el del data delivery editor, apoyados por algunos medios, están demostrando que hay que adaptarse o morir, aunque la supervivencia cueste dinero. Y en ese proceso, tampoco parece inteligente dejar de lado a los profesionales con experiencia. ¿Cómo es posible que en tiempos ultracompetitivos como éstos un negocio se permita reducir sus principales activos? Antes de que el tiempo se acabe, ¿por qué no lanzar una contraofensiva que preserve el periodismo serio, que tiene un valor indiscutible en un mundo confuso? Es la única manera para volver a capturar el dominio del mercado de la información, donde los periodistas profesionales son líderes expertos y creíbles.
Así se podrá reconstruir un negocio con el que hacer más dinero de más maneras que antes mientras se mantienen los estándares más altos , escribía recientemente Carl Session Stepp en la revista American Journalism Review.
Este experto en el ámbito de los cambios que viven los medios de comunicación señalaba que la situación lleva irremediablemente a que los periódicos se conviertan en la fuente central de servicios para su comunidad en todos sus formatos. Y para eso es imprescindible crear tres nuevas figuras profesionales: el mojo, el data delivery editor y el coordinador de redes sociales.
El mojo es el comúnmente llamado periodista multimedia . Capaz de enviar una crónica desde un ordenador portátil, hacer actualizaciones en un blog, filmar una entrevista, tomar fotos, grabar audio, editar un video y colgarlo directamente en la Web del medio. Fue un término acuñado por el grupo Gannett, editores del USA Today, entre otros, en el año 2005 y que después se ha extendido al lenguaje periodístico pese a la reticencia de muchos profesionales a aceptar ese rol. ¿Por qué tengo que hacer solo el trabajo que antes hacían tres personas? , se preguntan muchos. La res-puesta es sencilla: porque el periodista ya no ocupa ese lugar privilegiado que ha tenido durante siglos en la cadena de ensamblaje de la información, y si no tiene las herramientas para enfrentarse a los cambios, morirá. Los periodistas ya no controlan en exclusiva el contenido y el formato de las noticias.
Cualquiera con una cámara y una computadora puede hacerlo. Hoy el mundo está lleno de consumidores de información que al mismo tiempo son productores potenciales. Si los consumidores pueden producir contenidos, hay que potenciar al máximo la capacidad de los periodistas para generarlos a la misma o mayor velocidad que los consumidores y en los mismos términos.
Entre los diarios pioneros en la apuesta por el mojo está The News-Press, en Fort-Mayers (Florida). Con una circulación de 70 mil ejemplares, este diario local le ha dado a los 44 periodistas de su plantilla ordenadores portátiles, cámaras digitales y equipos de audio para que su acceso a la comunidad sea lo más rápido y cercano posible. El volumen de información online se ha disparado , afirma su directora, Kate Myramont, que esta primavera completó el proceso de equipamiento de su plantilla. El diario tuvo que aprender a manejar tecnológicamente el bombardeo de información que supuso tener a la mayor parte de la plantilla enviando videos e informaciones a la vez. Pero una vez superada esa fase, The News-Press se ha convertido en uno de los diarios a emular. Su redacción integrada permite abastecer tanto las páginas del diario como las de su Web, completándose mutuamente. Sin duda, muchas redacciones españolas deberían aprender de ellos, sobre todo si se tienen en cuenta las conclusiones de la edición de 2008 del Newsroom Barometer.
Esta publicación afirmaba que 86% de los editores de periódicos encuestados (700 en todo el mundo) creen que las redacciones digitales e impresas se integrarán a corto plazo, y el 83% opina que en los próximos años los periodistas deberán ser capaces de producir contenidos para cualquier medio. En España, en cambio, aún hay diarios que ni siquiera se plantean pagarle a sus colaboradores por escribir para la Web, cuando en realidad es ahí donde realmente las noticias alcanzan hoy todo su potencial.
En cuanto al data delivery editor, es una figura nacida del éxito que han tenido experimentos online como Chicagocrime.org, creado por el jovencísimo Adrian Holovaty en 2005. Este periodista y programador, que hoy tiene 26 años, inauguró con esa Web una explosión cartográfica que está revolucionando el modo de presentar visualmente los millones de datos que se pueden encontrar en la red. Su combinación de las estadísticas sobre los crímenes que se cometen en Chicago y los mapas de Google, permite navegar por la geografía de esa ciudad y averiguar en qué calle se roban más coches, o cuál es el barrio con la mayor incidencia de violaciones, o dónde se ha producido el mayor número de arrestos por tráfico de drogas de los últimos tres meses.
La página recibió en 2005 el Batten Award que el Instituto por el Periodismo Interactivo de la Universidad de Maryland concede anualmente a las mejores ideas que mediante la combinación de tecnología y periodismo contribuyen a la participación ciudadana.
Ha creado un nuevo estándar para la prensa interactiva .
Quedará en manos del reportero combinar y conectar todas las piezas pero cada ciudad debería tener una página así como forma de servicio público aseguró el jurado.
Es algo íntimamente interesante porque tiene relación con sucesos reales, con personas reales y con delitos que ocurren en el jardín de tu vecino. Son hechos, no es ficción, así que provoca un interés inmediato declaró entonces este visionario.
Algunos medios tomaron nota y tres años más tarde las bases de datos se han convertido en una pieza esencial de los diarios estadounidenses. The Washington Post contrató a Holovaty para que construyera una con todos los datos de la historia electoral de Estados Unidos. Y recientemente creó otra muy aclamada con los soldados estadounidenses muertos en Iraq.
The News-Press ofrece en su Web, mediante bases de datos de acceso público pero a las que antes a nadie se le ocurría acceder, todo tipo de informaciones respecto a su comunidad: desde las cifras por condados de los salarios de los vecinos (una de las más visitadas) hasta tablas sobre educación, deportes o tráfico. Las empresas periodísticas tienen que entender que las bases de datos no sólo aumentan el tráfico de sus páginas sino que incrementan el tiempo que un internauta pasa en la misma Web. Y esa va a ser una de las claves para captar anunciantes en los próximos años .
Lo explica Michelle Hudson, data diva y social media editor del The News Press. Esta periodista, con diez años de experiencia como reportera, comenzó a trabajar como responsable de la base de datos del diario hace dos años. La idea era que ayudara a los periodistas a trabajar con estadísticas y al mismo tiempo que esas bases de datos públicamente disponibles pudieran desarrollarse para crear otras que interesaran directamente a la comunidad . Hudson hace particular hincapié en la necesidad de que los periodistas comprendan lo importante que es prestarle atención a las bases de datos. Se puede investigar sobre un crimen y que eso además genere una base de datos sobre delitos del barrio en el que se ha cometido , dice Hudson.
A su responsabilidad al frente de este servicio se unió el año pasado la de social media editor. Se trata de lidiar con toda la parte relativa a las redes de intercambio social. Nosotros ofrecemos la posibilidad de crear tu propia página en el diario, como si se tratara de Facebook. Y además, ayudamos a la gente a construirla y resolvemos sus dudas sobre este tipo de redes. Nuevamente ofrecemos un servicio a la comunidad .
Y es que apuntar hacia lo local parece otra de las claves del futuro del periodismo. De ahí que la figura del coordinador de redes sociales también
sea tan importante. Hasta este siglo los periodistas tenían fuentes concretas, que preservaban con mimo.
Pero ahora que el mundo ha abrazado la interconectividad 24 horas al día con herramientas como Twitter, o el propio Facebook, es posible alimentar la propia red de información con desconocidos de todo género y condición que permiten una colaboración entre el periodismo ciudadano y el periodismo de toda la vida .
El resultado debería ser un periodismo más completo. Daniel Honigman, el joven pionero que introdujo a The Chicago Tribune en el mundo de las redes sociales explicaba recientemente cómo la interconectividad con servicios de micro-blogging como Twitter (una aplicación que permite enviar mensajes de un máximo de 200 caracteres) habían permitido al diario reaccionar con mayor rapidez ante el entorno.
Honigman, un joven veinteañero, es uno de los coordinadores de redes sociales de un diario cuyo nombre de guerra en el mundo de Twitter es Colonel Tribune. Gracias a su presencia en esta red social, el periódico consigue presencia virtual a lo largo y ancho de Chicago.
Honigman relataba recientemente cómo gracias a Twitter el Colonel Tribune se enteró antes que sus competidores de un aviso de bomba en un edificio de la ciudad y se puso a trabajar en la historia, que en 20 minutos llegó a su página Web. A través de otros tweets (posts de Twitter) se fue ampliando la audiencia y la noticia llegó al primer puesto entre las más leídas durante algunas horas. El pasado agosto Honingman concluía en un artículo publicado en Poynter.org: no hay duda de que las organizaciones mediáticas tienen que tener presencia en las redes sociales . Y para los incrédulos, una cifra: el número de visitas a The Chicago Tribune online aumentó 8% desde que el Colonel Tribune se puso en acción en marzo de 2008.

Mandarinas y limones



Alfonso Gumucio-Dagron
El panorama de los estudios de comunicación social (así, entrecomillado) es desolador, no solamente en América Latina sino en el mundo entero. Hace 25 años alguien tuvo la pésima idea de cambiar el nombre de las facultades de periodismo a facultades de comunicación social , con lo cual se desvirtuó completamente la naturaleza de esos estudios. Lo que hacen 99% de esas carreras y facultades es periodismo dirigido a los medios, no es comunicación ni estudian la comunicación, y de social , tienen muy poco.
Esto no es una cuestión de nombres solamente, sino de contenidos. Los periodistas trabajan en el campo de la información y los comunicadores en el campo de la comunicación (y las niñas bien estudian comunicación empresarial para luego trabajar en las empresas de su papá).
No es lo mismo comunicación que información. Ambos campos son diferentes, se parecen tanto entre sí como los limones se parecen a las mandarinas. Los dos son cítricos, pero de sabor y uso muy diferente. Los limones abundan, las mandarinas son más raras.
Sucede lo mismo en los estudios de periodismo y comunicación: abundan las carreras de periodismo disfrazadas de comunicación social , pero aquellas que realmente se ocupan de la comunicación y de lo social son muy raras. Seguro que en la cabeza del lector neófito los hay incluso entre los profesionales de los medios ya está la pregunta: pero, ¿en qué se diferencia la información de la comunicación? .
No debe sentirse mal el lector de no entender, todavía, la diferencia entre ambas, porque ni siquiera los catedráticos de comunicación son capaces de manejar con propiedad ambos conceptos. Abundan los profesores que enseñan en las carreras de periodismo sin haber publicado en su vida un texto especializado o investigación sobre el tema. Hay quienes incluso dirigen facultades de periodismo y comunicación sin haber reflexionado jamás sobre estos asuntos, administradores grises, que uno no entiende cómo obtienen esos cargos.
Comunicación e información
La etimología griega y luego latina de la palabra comunicación la asocia a conceptos muy diferentes a los de la palabra información. La comunicación (communio) es el acto de compartir y de participar, lo cual implica diálogo y horizontalidad. En cambio el periodismo es vertical en un sólo sentido, porque informa, es decir, pretende dar forma (dictaminar) a lo informe (lo que no tiene forma determinada). La comunicación es un intercambio, un diálogo en dos o múltiples sentidos, donde hay más de un polo generador de mensajes de información, y no uno solo, como sucede en el periodismo. Acudir a un diccionario etimológico nos ayuda, sin duda, a empezar a distinguir entre información y comunicación.
Esta explicación simple y llana debería bastar para entender la diferencia, pero lamentablemente en la realidad los intereses comerciales antes que los académicos definen el rumbo de las universidades; hay contadas excepciones. Y así terminamos con tantos limones, que ya no sabemos qué hacer con ellos.
Tan escasas son las excepciones, que en el mundo no hay más de 20 universidades que se ocupan de la comunicación para el desarrollo y el cambio social, que son las que conciben precisamente la comunicación como intercambio y diálogo horizontal (recordemos a Paulo Freire, fallecido hace poco más de una década, que tanto aportó sobre este tema).
En cambio, hay más de dos mil facultades de periodismo, aunque se disfrazan detrás del rótulo de la comunicación social . En realidad lo que hacen es reproducir periodistas y publicistas, no comunicadores. Producen por miles profesionales para la radio, la televisión y los periódicos, para las agencias de publicidad y de relaciones públicas. En países donde los medios ya están saturados (casi siempre de mediocridad), estos novatos periodistas y reporteros poco creativos, (a quienes en algunos países llamamos colgandijos porque solamente saben estirar el brazo con una grabadora o un teléfono celular) no tienen otra alternativa que buscar trabajo como relacionadores públicos en empresas o instituciones gubernamentales, y se la pasan haciendo boletines institucionales o convocando a conferencias de prensa. Cuatro años de estudio para eso. (En realidad, los mejores periodistas que yo conozco no han pasado como estudiantes por las facultades de comunicación social ).
Comunicadores y periodistas
En el campo del desarrollo y del cambio social hay necesidades urgentes e importantes que no son satisfechas por el actual ejército de periodistas. Cuando yo trabajaba en los años 90 en la Unicef en Nigeria y luego en Haití, necesitaba urgentemente contratar comunicadores, pero solamente recibía currículum vitae de periodistas. Estos eran profesionales muy capaces para redactar artículos o producir programas de radio y televisión, para organizar conferencias de prensa o preparar boletines, pero eso no era lo que necesitábamos para mejorar las condiciones de vida en las comunidades.
Cuando uno habla de un comunicador, se refiere a un profesional que tiene pensamiento estratégico, y es capaz de planificar acciones de comunicación de mediano y largo plazo, a favor del desarrollo y el cambio social. Un comunicador entiende la comunicación como un proceso, no como una suma de mensajes. Los periodistas (soy también periodista, además de comunicador) tenemos un sentido inmediato y oportunista de la realidad, y valoramos mensajes por encima de procesos. El perfil ideal sería una mezcla de periodista y comunicador; rara vez se da, aunque en América Latina tenemos varios de los buenos.
Las 20 universidades que en el mundo se especializan en comunicación para el desarrollo y el cambio social son en este momento más necesarias que las dos mil que producen periodistas, pues mientras el mercado de trabajo en los medios masivos de información está saturado, hay cada vez mayores necesidades en los proyectos y programas de desarrollo. Sin embargo, hay algunas barreras: muchos de los que toman decisiones en las agencias de desarrollo y cooperación, no tienen la menor idea de la comunicación y están convencidos de que es algo que sirve para hacerse publicidad y ganar visibilidad institucional.
Las cosas están cambiando lentamente y es parte del trabajo de los comunicadores (y también de los periodistas honestos) explicar la diferencia que existe entre ambas profesiones. La comunicación para el cambio social y el desarrollo atraviesa por una situación similar a la que vivió la antropología a principios del siglo pasado: demoró 50 años en ser reconocida como una disciplina diferente de la sociología. Hoy también, pocos son los que distinguen entre el periodismo y la comunicación, pero ya se está abriendo el campo poco a poco gracias a recientes congresos y publicaciones especializadas.
Tenemos demasiadas universidades clon que copian sus programas de periodismo de unas a otras, y le tienen mucho miedo a las palabras desarrollo , cambio social , así como a la comunicación alternativa , participativa , ciudadana , horizontal , etcétera. En esas facultades de periodismo siguen leyendo los textos mal interpretados de Schramm, Lerner o Rogers, y de esa manera se supeditan a un pensamiento generado en Estados Unidos. Incluso se sigue leyendo al primer Everett Rogers, el de la Difusión de Innovaciones (1962) y no al posterior a 1976, que revisó críticamente su posición. Pero lo grave de esto no es que los alumnos de las carreras de comunicación social lean a teóricos de Estados Unidos. Lo grave es que ignoren el pensamiento producido en América Latina, que es bastante en calidad y cantidad, si revisamos la bibliografía de Beltrán, Pasquali, Díaz Bordenave, Prieto Castillo y tantos otros. Los estudiantes ejercen a veces presión para que los programas de estudio mejoren, pero la resistencia de quienes ven la universidad como un negocio, es enorme.
Honrosas excepciones en América Latina

En la Universidad del Norte, en Barranquilla, Colombia, comenzó a funcionar en 2006 una maestría con énfasis en comunicación para el cambio social. En la Pontificia Universidad Católica del Perú, en Lima, está una licenciatura en comunicación para el desarrollo, bajo la responsabilidad de Luis Peirano (decano) y Hugo Aguirre (director). En la Universidad Andina Simón Bolívar, en su sede de La Paz (Bolivia), hay una maestría en Comunicación para el Desarrollo que dirige Erick Torrico, a su vez presidente del Observatorio Nacional de Medios (Onadem). En la Universidad de La Plata se ofrece la maestría de Planificación y Gestión de la Comunicación (Plangesco), orientada precisamente hacia el desarrollo.
Ojalá en otros países tuviéramos más universidades como éstas, y más profesionales y académicos que entienden la necesidad de una comunicación que contribuye en los cambios sociales.