Por: Oscar Pérez.
Nociones de posmodernidad.
¿Qué es la
posmodernidad? Posmodernidad es el sustantivo más utilizado para referirse a la
era que estamos viviendo y que sucede a la era moderna. ¿Cuándo empieza la
posmodernidad? No existe obviamente un año señalado para el fin de la
modernidad y el comienzo de la posmodernidad, sin embargo hay una idea
extendida que refiere que la posmodernidad llegó con el siglo XX o que fue en
su transcurrir que surgió. Hay sin embargo, algunos intelectuales que no
aceptan la idea de la posmodernidad y sólo hablan de una modernidad tardía para
el siglo XX. ¿Dónde se da la posmodernidad? La posmodernidad es una idea de
occidente, sin embargo le debe a la globalización gran parte de sus
definiciones por lo que podríamos especular que la posmodernidad es una idea
que compete a todo el mundo aunque gran parte de éste lo ignore.
La posmodernidad niega
varias tesis que la modernidad afirma. No es una negación de la modernidad en
todo el sentido de la expresión pero sí que se rebela en algunos puntos. Aquí
vamos a mencionar tres de ellos mencionados por el filósofo italiano Gianni
Vattimo, a saber: La historia, el imperialismo occidental y la sociedad de la
comunicación.
La modernidad, hemos
dicho, es el periodo de tiempo que antecede a la posmodernidad. Su surgimiento
aproximado es a finales del siglo XV y principios del XVI. ¿Por qué surge la
modernidad? Son varias las causas: El descubrimiento de América, la caída del
imperio romano de Oriente, la invención de la imprenta, la escisión de la
iglesia católica por las reformas de Lutero y otros sucesos que los
historiadores no quisieron contarnos porque consideraron que no eran
importantes. La tesis principal de la modernidad es la racionalización del
mundo. Una vez eliminada la visión teológica que permeó durante la
Edad Media , la modernidad se aferra a la
razón y hace de ésta su bandera. Si tuviésemos que resumir a la modernidad en
una frase elegiría una de Kant que dice: Ten el valor de servirte de tu propia
razón.
Pues bien, la modernidad
trabajó casi 500 años haciendo gala de esta idea. Medio milenio el mundo vivió convencido de
que el conocimiento al servicio del hombre
mejoraría el lugar de éste en el mundo, que la libertad para saber
desbordaría nuestras bibliotecas, que la libertad para pensar haría hombres
sabios, que el desarrollo tecnológico trabajaría siempre a favor de una
sociedad del bienestar y del bien común. Pues bien, al final, cuando se demostró exactamente lo contrario, el hombre se
desencantó de la modernidad y de gran parte de las cosas que ésta trajo. Es
verdad, la posmodernidad puede definirse como el desencanto respecto a las
promesas que la modernidad nos hizo, pero es más que eso.
La crisis del decurso histórico unitario.
Es un lugar común la
frase que refiere que la historia está escrita por los vencedores. Es verdad:
la historia la escriben los hombres poderosos y en general la escriben no tanto para explicar el pasado
como para justificar el presente, para validar su poder y domesticar la mente
de los que no somos poderosos. Nosotros aprendemos la historia oficial, la
lamentamos o la celebramos según sea el caso. Rara vez la cuestionamos. La
historia tiene un discurso oficial, una versión que casi todos escuchamos
cuando somos pequeños, que leemos cuando somos jóvenes y que transmitimos a los
demás cuando somos adultos. Esta historia oficial tiene un decurso histórico
unitario ¿Qué significa esto? Significa que es lineal, tiene un principio, una
división, tiene títulos, personajes
principales, personajes secundarios, tiene un lenguaje específico y tiene sobre
todo un sentido, va hacia alguna parte. Lo anterior está conectado con lo
actual y esto a su vez remite a lo futuro. Es causal y tiende a la
justificación, es preventiva y en muchas ocasiones comparativa y amenazante. Vattimo advierte
que el decurso histórico de la historia entró en crisis pues cada vez son más
las personas que entienden que no es lo mismo historia que discurso histórico,
también son cada vez más los que piensan que el hombre contemporáneo no es el
resultado de la Historia sino algo independiente, posiblemente influido por el
discurso histórico pero no por la historia misma. Entró en crisis porque el
discurso histórico perdió valor, perdió fuerza y sus axiomas, otrora
intocables, hoy son fuertemente cuestionados. Mencionaré algunos ejemplos:
Debemos conocer nuestro pasado para no repetirlo, los jóvenes cada vez son más irrespetuosos,
vivimos una crisis de valores, la humanidad se está deshumanizando, ya no se
puede salir a la calle, la televisión nos hace idiotas, o su contraparte: leer nos hace mejores, y en
general cualquier idea que refiera que los tiempos pasados siempre fueron
mejores por el simple hecho de ser pasados.
El decurso unitario está
en crisis también porque el sentido de la historia dejó de tener sentido. En
general es muy posmoderna la muerte del sentido de las cosas. La pregunta por
el sentido ha dejado de tener sentido y al hombre posmoderno eso le tiene sin
cuidado, pero los modernos han de vaciarse y desolarse y terminarse si creyeran
que su vida no tiene un para qué más allá de la propia vida. Los modernos igual
que sus antecesores consideraban trazado el esquema de la vida desde el inicio
hasta el final y un poquito más allá. La posmodernidad no acepta más trazo ni
delineamiento que el que cada quien realiza para su propia vida. Por ello el
decurso histórico deja de ser unitario y se torna múltiple y multidireccional.
El fin del imperialismo occidental.
El mundo ha vivido un
imperialismo occidental permanente. Occidente es el adjetivo para referirse a
la parte desarrollada de Europa y la parte desarrollada de Norteamérica. El
imperialismo de occidente nos ha hecho pensar que la única versión válida del
mundo es la de ellos, su apariencia física es envidiable y queremos lucir como
ellos, su modo de pensar es envidiable y queremos pensar como ellos, su manera
de vivir es envidiable y queremos vivir como ellos, su manera de comer es
envidiable y queremos comer como ellos, su manera de matar es envidiable y
queremos matar como ellos. Occidente extiende su idiosincrasia al mundo y el
resto nos limitamos a mirar y reproducir sus patrones de conducta. Difícilmente
una idea surgida en Latinoamérica, África o Asia tiene valor o sugiere un
impulso de imitación para los occidentales, Es occidente quien cura nuestras
enfermedades, es occidente quien diseña nuestra ropa, es occidente quien
desarrolla nuestra tecnología, es occidente quien escribe nuestros libros, es
occidente quien filma nuestras películas, es occidente quien nos regala con sus
idiomas, y también es occidente quien nos dice en qué dios creer y la manera
más eficaz de ser hombres piadosos.
El imperialismo
occidental ha sido hasta hace poco tiempo otro de esos axioma irreductibles.
Sin embargo algo está cambiando pues cada vez es más profunda e insistente la
influencia que los países orientales imprimen en occidente. El mundo posmoderno
dirige el rostro al continente asiático y descubre valores que durante mucho
tiempo estuvieron escondidos. La cultura oriental, considerada por muchos
historiadores como la primera de todas las culturas está demostrando al mundo
que hay alternativas de vida diferentes al canon occidental, que el pensamiento
budista es una alternativa espiritual, que el modelo económico es prudente, que
la inteligencia asiática salva vidas y las conforta, que sus rimadores no
desmerecen ni a Shakespeare ni a Cervantes, y que en general el modelo que
utilizan es válido y ha de tomarse en cuenta.
China se ha convertido
en un abrir y cerrar de ojos en la segunda potencia más poderosa del mundo y
algunos economistas sugieren que no pasará mucho tiempo antes de que se
convierta en el país más poderoso. Gianni Vattimo nos advierte que del mismo
modo en que la edad Antigua llegó a su fin con la caída del imperio romano de
occidente en manos de los otomanos, así la modernidad llega a su fin con la
caída de occidente en manos de oriente aunque en este caso la caída no sea
territorial sino económica y
parcialmente cultural.
El surgimiento de las sociedades de la comunicación.
Las sociedades clásicas
siempre se valieron de un sistema de comunicación casi personalizado. Los
llamados sabios o filósofos transmitían su saber en academias y liceos, pero
también en ágoras o plazas públicas. Podemos decir que la transmisión del
conocimiento era directa. Existían los rollos, los papiros y luego los libros y
no fue sino hasta el inicio de la edad moderna, con la aparición de la
imprenta, que el saber vaciado en los libros pudo convertirse en un medio más
amplio de comunicación. Este esquema establecía un canon bien definido de
conocimiento, pues sólo podía saberse lo que estaba en los libros y en los
libros había poco y de hecho los libros circulaban de forma escasa y con grandes restricciones. Además la mayor parte de la gente no sabía leer. Los
grandes pensadores fueron siempre los mismos: Aristóteles, Hesiodo, Séneca,
etcétera. Los pensadores del canon occidental. La llegada de la ilustración fue
una nueva versión del dogma clásico pues apenas unos cuantos ilustrados
(Diderot, Rousseau, Voltaire) influyeron profusamente en el espíritu del pueblo
ignorante que sólo obedeció el nuevo canon. Estas sociedades eran sumamente
respetuosas del canon vigente y a él se encomendaban.
El desarrollo de las nuevas tecnologías en el
siglo XX propició un tipo de sociedad diferente a las sociedades clásicas. El
uso de la luz eléctrica y los medios de electrónicos de comunicación se
integraron a la vida del ser humano de forma
que las relaciones entre los hombres y entre las naciones empezaron a
moverse según las pautas que los medios les marcaban. El conocimiento se
relativizó y el canon, si bien persistía, era cada vez más oscuro. Hoy el uso
de teléfonos celulares, computadoras
personales y una red de información más poderosa que la biblioteca más provista
del mundo han propiciado un exceso de información y un vencimiento del canon intelectual.
No sólo eso. Ha permitido un acercamiento cultural sin precedente entre la
mayoría de los países de todos los continentes y en general ha reducido las
distancias entre oriente y occidente. Los sabios filósofos han sido relegados
por el navegador y los liceos por las habitaciones personales de cada individuo
que goza de conexión inalámbrica.
Gianni Vattimo considera
que el paso de las sociedades del conocimiento a las sociedades de la
comunicación puede considerarse también como el paso de la modernidad a la
posmodernidad. Es lo que el profesor Juan Arana llamó la transformación de las
sociedades especializadas en sociedades multidisciplinares.
El posmodernismo anti posmoderno.
El espíritu del hombre
posmoderno evita a toda costa las clasificaciones, además, cómo hemos
advertido, no se considera el resultado de ningún tipo de devenir histórico,
por lo que hemos de admitir aquí que el mote de posmodernismo es otorgado
precisamente por los que no son posmodernos. Eso, diría Jaime Sabines, es
asunto de agencias de viajes, la realidad es que la posmodernidad no debe ser
considerada como una etapa de decadencia, justo como la concebía el intelectual
francés Jaques Barzun, sí la humanidad sufre una crisis, no es de valores sino
de sentido común. Cualquier crisis implica un momento previo de auge y nadie
puede señalar sin descaro, una etapa en la historia de la humanidad como aquella del auge moral. El problema
posmoderno no es de sentido sino de cantidad y de grado de desarrollo
tecnológico-militar. Somos muchos individuos en el planeta y nos estamos
acabando sus recursos, además de que contamos con un sistema bélico que podría
mandar a criar malvas a la mayor parte de la humanidad con solo apretar un
botón. Los hombres de hoy no son mejores ni peores que aquellos que aprobaron
la esclavitud y sometieron a la mujer a ser la sirvienta de los hombres, o de
aquellos otros que incendiaron a quienes comprobaron que la versión bíblica
sobre el origen del universo era una vacilada, tampoco, por supuesto de
aquellos que en nombre de una raza pura mataron a seis millones de no puros.
Los hombres de hoy somos más y por ello es que cada vez hay más violencia y más
asesinatos. Las condiciones sociales sí que han sido heredadas por un devenir
histórico, pero a nivel intelectual, creo que como cualquier hombre, en
cualquier época, tenemos la capacidad y la libertad para decir no, para decir
no quiero, para hacer las cosas como creemos que deben hacerse, para decidir
luchar o para decidir no hacerlo, para protestar o para resignarse, para vivir
con sentido o sin él, para decidir si nuestra vida le pertenece a las personas
que nos rodean o si nos pertenece a nosotros mismos y así actuar en
consecuencia.